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La razón en tela de juicio – Por Domingo Negrín Moreno

El brazo de la ley es alargado y escurridizas son las manos de algunos magistrados. En plena audiencia pública, un juez francés de 39 años apartó discretamente la toga, abrió la bragueta de su pantalón y ejecutó “movimientos inequívocos de que se estaba masturbando” mientras hablaba la abogada en un caso de disputa entre vecinos de la región de La Charente. La fascinación de la letrada era palpable.

En Estados Unidos, el inquieto Donald Thompson, de 58, se animaba en el estrado del tribunal de Bristow (Oklahoma) con un juguete sexual. El extraño ruido que se escuchaba durante las vistas procedía de una bomba de succión camuflada bajo la túnica. Tras la denuncia de una relatora, la policía localizó restos sospechosos en una alfombra donde la conciencia se apareaba con el vicio. Las manchas de la exposición indecente sentenciaron al descarado depravado.

En un congreso cuya ponencia trataba sobre los fundamentos de la ética, un fiscal de Francia pagó servicios carnales con la tarjeta de crédito de un colega alemán. La transferencia de experiencias cobra comisiones por las acciones que desbordan los límites de las convicciones. Los abusos de la autoridad a la moral están condenados al fracaso. Y traficar con las normas de conducta resta puntos en el rodaje del código de convivencia.

Para sacudírsela en un coche no es obligatorio poseer el carné de conducir, pero hacerlo con el vehículo en marcha es motivo de sanción. La Policía Local de Valencia multó a un nota que meneaba rítmicamente la mano derecha cuando circulaba al volante de un Renault Trafic alrededor de las seis de la tarde. En la notificación no se especifica si el hombre también iba mamado.

La razón pierde el juicio si las coartadas de la pasión no convencen al jurado popular. Se levanta la sesión.