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Realidad política y desafección > Jaime Rodríguez-Arana

De nuevo, una encuesta del CIS vuelve a poner en la picota a los políticos. Mes a mes van cosechando, será por algo, juicios negativos acerca de cómo realizan una de las actividades más nobles a las que puede dedicarse cualquier ser humano.

Como cualquier otra actividad humana, la política se realiza por personas y para personas. Por y para personas que son de carne y hueso. Con sus limitaciones y con sus aciertos. Con sus luces y sus sombras.

El marco en que se desenvuelve principalmente la actividad política es el del partido político. Escribo principalmente de intento porque la representación política no es patrimonio, ni propiedad, de los partidos.

Los ciudadanos pueden, si lo desean, participar en la cosa pública, en sus diferentes aspectos y dimensiones, a través de los partidos y de otras asociaciones o instituciones en las que encuentren cumplida respuesta a muchas de sus aspiraciones e inquietudes colectivas.

En cualquier caso, hoy por hoy, la actividad política se realiza fundamentalmente a través de los partidos. Son organizaciones de interés general que aspiran a gobernar determinados ámbitos territoriales a partir de un conjunto de ideas y criterios sobre las cuestiones más relevantes que conforman la esencia del espacio público. Los partidos, de acuerdo con la Constitución española de 1978, han de tener una organización y un funcionamiento democráticos. La realidad empero, es la que es.

Pues bien, uno de los motivos que ayudan a entender la elevada desafección de la ciudadanía española en relación con la política, se refiere a su desconocimiento del funcionamiento real de la vida política.

Los partidos en España, según encuestas varias, son las instituciones más desprestigiadas y más vinculadas a la corrupción. Quien haya visto la película Los idus de marzo entenderá, en alguna medida, las razones de esta tremenda realidad.

En este tiempo, la temperatura ética que reina en el común de los mortales es la que es y por tanto, en materia de representación política, tenemos lo que nos merecemos.

No hay más que leer cualquier periódico y ver cualquier telediario para comprobar la multitud de casos de corrupción que cada día salpican la vida pública de nuestro país. La desafección, y la lógica abstención, si no se regenera el sistema político, irán creciendo.

¿Hasta cuándo?

Jaime Rodríguez-Arana es Catedrático de Derecho Administrativo
jra@udc.es