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Sentido común y cosas infinitas> Por Ylka Tapia

Uno de los tantos aspectos positivos de poseer un perfil personal en las redes sociales, es que puedes publicar lo que te dé la gana le guste o no a tus ‘followers’ (Twitter) o ‘amigos’ (Facebook). Me explico: si no posees egotistas pretensiones, no atiendas, si no te apetece, a manuales de comportamiento. Porque el sentido común es un poderoso aliado: si te sigue el jefe, no hables sobre el curro; si te dedicas a la comunicación, abstente de opiniones políticas radicales o comentarios indecorosos; si no quieres que tu ex o acosador sepa dónde estás, no realices check-in en Foursquare; si tu currículo es incierto, evita barnizar tu biografía, etc. Es decir, que tú estableces los límites de la exposición pública. El alcance de tus mensajes es potencialmente peligroso si desconoces o ignoras la necesidad de dichos límites.

‘Solo hay dos cosas infinitas: el Universo y la estupidez humana; y no estoy seguro de la primera’, acentuó el genio de Einstein. Y ejemplo de ello, es que hemos participado en más de una ocasión en la feria de la carne de los medios sociales: nos destripamos los unos a los otros como si ostentáramos alguna especie de autoridad moral sobre el resto. Tela marinera.

Es más, alguna que otra vez parecemos atontados en las redes, así que nadie se libra de la crítica o burla ajena, pero no justifica el ‘si no estás con nosotros, estás contra nosotros’, actitud muy extendida en los llamados ‘espacios de conversación’ de la Red.

En definitiva, que todo se resume en un ejercicio de sentido común; no busquemos cinco pies al gato (que no tres, aunque lo escribiera Cervantes).

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