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El no ser > Jorge Bethencourt

Ser o no ser”, decía Hamlet. Ahí es nada. En el caso del príncipe zumbado que se hacía el loco (y por lo tanto parecía normal) la cosa estaba clara. No ser. Porque lo que tenía en las manos era una calavera desdentada y si estaba hablando de ella, ya que estaban solos, pues más claro el agua. Fiambre. Kaputt. No ser. Pero hay situaciones en que el tema existencial se vuelve más difícil y adquiere tantos insospechados matices como los discursos electorales que son la policromía social del nuevo siglo.

San Agustín no pudo leer a Shakespeare (entre otras cosas debido al pequeño detalle de haber nacido más de diez siglos antes) pero ya había dado la tabarra con el ser verdadero, genuino e inmutable en función de la trascendencia. Es decir, que San Agustín ya había dicho lo mismo que Hamlet, pero sosteniendo en las manos a dios. Y cómo cualquier dios pesa más que una calavera y el hombre acabó hecho polvo.

Toda la historia del conocimiento está plagada de gente que perdió la pelambrera reflexionando sobre el ser y el no ser, que en el fondo es un subproducto intelectual del acojone que nos produce la idea de morirnos. ¿Uno viene de la nada -de la de antes de nacer- y se vuelve para la nada? Vamos, hombre. La Ciencia, que siempre ha sentido celos de los humanistas, decidió complicar un poco más las cosas. De la teoría cuántica de comienzos del siglo pasado hemos viajado al acelerador de hadrones y al descubrimiento de una partícula que está y no está. O lo que es lo mismo, que es y no es. Ese famoso bosón de Higgs que, como la partícula de Schrodingër -el gato- estaba en dos estados, ser y no ser, al mismo tiempo.

¿Y todo esto para qué -se pregunta uno- si el Gobierno de Canarias ha sido capaz de demostrar impecablemente la posibilidad de ser y no ser, ser y no estar? Ahí está el director general de Aguas del Gobierno que durante 14 meses estuvo nombrado sin estar en su despacho, llevar su maleta, firmar expedientes y coger el coche oficial. Como un bosón de la administración pública canaria, perdido entre neutrinos, protones y pactos de gobierno, el director general nunca fue porque nunca quiso ser. Pero fue, a su pesar, durante más de un año. Un barco fantasma. El Holandés herrante del organigrama del poder en Canarias que navegaba como un fantasma por los papeles aunque nunca existiera en la realidad. Hamlet en Canarias no se habría comido un rosco. En la tierra del surrealismo hasta en el Boletín Oficial de la Comunidad se hace metafísica.

@JLBethencourt