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Los líderes siempre son necesarios, pero en épocas convulsas son simplemente imprescindibles. Es una cuestión de supervivencia nacional. El ministro de Economía, Luis de Guindos, explicaba ayer que hay gobiernos, como el nuestro, que estos días se ven abocados a nadar a contracorriente, a luchar contra las previsiones del Fondo Monetario Internacional para demostrar que no todo está escrito en bronce. Lo decía después de que el organismo que dirige Christine Lagarde vaticinará un 2013 absolutamente dramático.

La mayoría de los españoles no se habrá sorprendido con la noticia. Llevan cinco años levantándose cada mañana con augurios catastróficos. Los periódicos, convertidos en cronistas de una muerte anunciada, no han dejado de dar cuenta de todas las cifras de la tragedia y ellos han tenido que aprender que, de momento, el futuro siempre será malo. Pero ¿cuánto dura ese futuro?

Hubo un tiempo en el que se puso fecha exacta para el final de la crisis. El único problema fue que la realidad no estuvo de acuerdo con el titular. No nos importó, persistimos en el empeño. Nos afanamos en publicar todos los augurios que hallamos porque creímos que así estábamos desvelando una verdad escondida. Lo que no nos preguntamos, sin embargo, fue qué podíamos hacer para cambiar esa realidad. Seguimos sin hacerlo y sin darnos cuenta de que en algún instante todo cambió: la información se volvió descriptiva y no transformadora. Quizá entonces nosotros perdimos la batalla periodística y los ciudadanos se quedaron sin algunos de sus líderes. Los medios dejaron de engendrar el debate y prefirieron convertirse en gurús. Ganamos algo: se supone que ahora sabemos qué va a ocurrir. El problema es que no tenemos ni idea de cómo evitarlo.

Nos empeñamos tanto en conseguir las respuestas que no nos dimos cuenta de que ni siquiera nos habíamos hecho las preguntas. A De Guindos le ocurre lo mismo. Ya sabe que el FMI se equivoca, que no ha usado bien la calculadora y que la caída del PIB no será tan grande. Prefirió responder antes de leerse el informe. A lo mejor algún día el ministro, y todo su equipo, empiezan a formularse todas esas cuestiones que han pasado desapercibidas. ¿Qué va a hacer este país para no convertirse en la clase baja de Europa? ¿Cómo le va a devolver la dignidad a sus habitantes? Ya está bien, como contaba la viñeta de ayer de El Roto, de crear desiertos con la esperanza de que surjan oasis. Necesitamos líderes, no gurús.

@sarayencinoso