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La vida es sueño> Por Jorge Bethencourt

La literatura está plagada de historias donde los protagonistas viven una realidad falsa, una ficción que consideran cierta pero que no es más que una alucinación. En este día de la marmota que vivimos, donde cada titular parece una copia del desastre del día anterior, se superponen dos mundos que tienen mucho que ver, pero que se encuentran muy distantes.

Aguas arriba brotan los nacientes de un caudal tumultuoso de decisiones y conflictos. Las polémicas decisiones de las autoridades monetarias europeas. Las decisiones de los gobiernos. Las tensiones separatistas de los territorios. Las grescas por la semántica de los ministros. Las calificaciones de las agencias de riesgo. Todo ese mundo lejano de seres extraños que ocupan páginas y páginas de los periódicos se ha convertido en un relato cotidiano al que nos hemos acostumbrado de forma paulatina al punto de que ya nos suena familiar, como el nombre de una prima lejana, el nombre de Christine Lagarde y las siglas FMI.

Aguas abajo, en el mundo más cercano, tenemos la realidad de las colas en las oficinas de empleo o la imagen de una enferma en brazos subida a cuestas por una escalera de un centro sanitario con el ascensor averiado. ¿Tienen que ver esos dos mundos? Por supuesto. Los ríos discurren con el agua que van recogiendo de los nacientes. Y elementos cotidianos de nuestra vida, desde la pieza de repuesto de un ascensor hasta la oportunidad de conseguir un empleo, están íntimamente relacionados con las decisiones de esa telenovela de seres extraños pero ya familiares que vemos todos los días en los informativos.

Lo que vivimos hoy, esta crisis de insoportables consecuencias, se ha producido por la desastrosa acción de personajes que ya no están, pero que tomaron decisiones equivocadas en su momento. La ineficiente regulación de los mercados financieros que permitió una expansión suicida del crédito y el dinero ficticio, el desbocado aumento del gasto público en sistemas insostenibles, la creación de una sociedad de bienestar afectada de aluminosis porque se soportaba en tasas de crecimiento económico irreales…

Vivimos un crack financiero y económico que supone el fin de un ciclo que era una ficción. La realidad impone cambios estructurales. Una sociedad de bienestar que debe reinventarse en términos proporcionales a lo que podemos pagar entre todos. Lo terrible es que, como quien sale de un sueño profundo, gran parte de la sociedad y sus estructuras se resiste a despertarse del todo. Queremos que todo siga igual y que el dinero fluya otra vez por un cauce que nunca, nunca, volverá a ser el mismo. Por eso hay cosas que siguen sin funcionar. Porque los sueños sólo se roncan una vez.

@JLBethencourt