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Affleck, el rescatador> Por Fran Domínguez

En esta época de continuo revival de géneros a la que asistimos, el thriller político y las películas de espías en el contexto de la caldeada Guerra Fría ocupan también su espacio en la cartelera, como ha ocurrido recientemente con La deuda y El topo, y algo más en el tiempo con las excelentes Munich y Syriana. Ahora llega Argo, el tercer filme dirigido por el también actor Ben Affleck, tras Adiós pequeña, adiós (2007) y The Town (2010). La cinta cuenta una historia basada en hechos reales: el sorprendente rescate en 1979 de seis ciudadanos estadounidenses que escaparon del asalto popular de la embajada de su país en Teherán. Un hecho que se conoció bastantes años después, en la década de los 90, tras desclasificarse documentos de la CIA, y que ya de por sí resulta carne de cañón cinematográfica, no en vano, además de su indudable atractivo fílmico, se utilizó -como curioso Macguffin- la producción de una película ficticia para sacar a los diplomáticos norteamericanos del Irán de Jomeini.

Affleck no ha dilapidado el potencial de semejante material y ha articulado un notable y entretenido largometraje, simplemente hilando bien, sin estridencias narrativas, dos premisas básicas en este tipo de películas: suspense y tensión, combinado aquí con algunas dosis de humor (viene a la mente, a bote pronto y salvando las lógicas distancias, la hitchcoriana Cortina rasgada). Aparte de él mismo, interpretando al barbudo agente de la CIA, el hispano Tony Méndez, Affleck se ha rodeado de artistas de probada solvencia como Bryan Cranston, John Goodman y un genial Alan Arkin (en la piel de un pasado de vuelta y veterano productor hollywoodiense), que al igual que hiciera en Pequeña Miss Sunshine brilla por sí solo aunque esté en pantalla dos minutos; sin duda, de lo mejorcito del filme, junto al vibrante y cardiaco final. En el debe de Ben Affleck quizás se encuentre el de tocar casi de refilón la personalidad de los propios rescatados y de pasar a hurtadillas por el contexto político. Aun así, y a sabiendas de que el actor-director californiano no es Alan J. Pakula, Argo merece la pena.