el salto del salmón>

Al fondo, a la derecha> Por Luis Aguilera

Cuando yo era dirigente de un modesto sindicato, solía tener acaloradas discusiones con compañeros militantes en movimientos y partidos de izquierda.

En nuestras asambleas se batía una buena sopa de siglas que también eran olla de grillos porque, aparte de ser troskistas, maoístas, marxistas o castristas, se simpatizaba con alguna guerrilla. Mi problema consistía en que soy gastroanarquista; es decir, que mi anarquismo no es ideológico sino intestinal.

Siempre se me indigestaron la autoridad vertical, la obligada disciplina, el pensamiento lineal, la doctrina. Apurado por buscar sostén a mis disidencias, yo aceptaba que Cuba diera cartilla pero me resistía a que un ruso o un alemán o un chino pensaran por nosotros.
El franquista 20N hubo en Argentina una huelga, que se hizo general a palos, convocada por dos centrales sindicales plegadas a la derecha. Hay problemas, claro, pero, con cinco millones de puestos de trabajo creados y la clase media duplicada (según el Banco Mundial), la protesta contra este gobierno “no ha lugar”, diría un juez justo. Lo increíble es que durante décadas estos trabajadores fueron víctimas de los recortes que padecen hoy los de Europa. Más insólito es que se hayan sumado partidos de izquierda por la única razón de ser oposición. Caso del troskista Partido Obrero.

En América Latina subsiste una izquierda de la vieja guardia, anclada en la guerra fría. Los gobiernos progresistas la tienen de oposición. Es no entender este momento único e irrepetible. Que no lo entiendan en España o en Luxemburgo, vale. Pero aquí se está viviendo una gran evolución que no revolución. Y de calado histórico. Con sus limitaciones y riesgos y no necesariamente irreversible.

Sus logros pueden darse en cifras y no únicamente de crecimiento sino en inclusión y descenso de la pobreza, que son las importantes.

Nunca las hubo mejores. En realidad nunca las hubo. Como no hubo dignidad ni soberanía. Así que solo cabe encolumnarnos detrás de Chávez, de Correa, de Cristina y de Vilma, de Evo y Pepe. Avanza el que tira y el que empuja.