Sin complejos>

Aluvión de elecciones> Por Fernando Fernández

Vivimos inmersos en un aluvión de elecciones. En apenas 11 meses se habrán celebrado hasta siete procesos electorales y todos importantes para nosotros. Hace cuatro semanas Chávez fue elegido para un nuevo mandato en la presidencia de Venezuela, con un resultado homologado por la oposición y la comunidad internacional. Un día escribiré sobre mi larga conversación con el ingeniero de Olivetti que instaló el sistema de recuento electrónico vigente en el país hermano.

Hace dos semanas los gallegos y vascos eligieron a sus representantes, en unos comicios que viví online gracias al magnífico trabajo de los profesionales de TVE en su programa 24 horas. Tan notable como el éxito de los ganadores ha sido el desplome de los socialistas, más grave en el caso del todavía lehendakari López. Un apunte sobre la muy inteligente campaña de Íñigo Urkullu, votado hasta en Neguri y Las Arenas, feudos tradicionales del PP, que esta vez han votado con la cabeza más que con el corazón, para frenar el avance de los pro etarras de Bildu. Me pregunto si Pascual Sala tendrá aun su piel como la de las gallinas, tal como dijo cuando legalizó Bildu y algunos cuestionaron su sagrada independencia (sic). En tres semanas votarán en Cataluña y tiempo habrá de ocuparse de ello y del aventurero Arturo Mas. En 2013, Frau Merkel será reelegida canciller de Alemania y los italianos harán encajes de bolillos para lograr que Mario Monti, sin presentarse a las elecciones, continúe como primer ministro. Ya explicaré esas aparentes maravillas de la política italiana.

Pero dentro de 48 horas será el primer martes de noviembre y, fieles a sus tradiciones, los americanos elegirán a un nuevo presidente, que tomará posesión el próximo 20 de enero de 2013, como también manda su tradición. Elegirán, como es sabido, entre la continuidad de Barack Obama y el ex gobernador de Massachusetts Mitt Romney. Obama ya ha escrito su nombre en la historia de los Estados Unidos como su primer presidente de raza negra. Pero, francamente, me habría gustado que también lo hiciera por el éxito de sus decisiones y aún confío en que, si como espero y deseo, pasado mañana fuera el vencedor, en su segundo mandato tenga mayores éxitos que en estos últimos cuatro años. Porque lo cierto es que frente a un candidato como Romney, del que nadie osaría decir que es un Kennedy o un Reagan, llegan a las urnas bastante equilibrados en las encuestas, si un claro favorito. Mi olfato me dice que ganará Obama, pero… habrá que contar los votos. Porque lo cierto es que estos días neoyorquinos y un atento seguimiento de la prensa y de la televisión americanas, me hacen ver un cierto desencanto de muchos sectores sociales que se sintieron atraídos por aquel “yes, we can” y hasta el extravagante Michael Moore acaba de hacer unas declaraciones muy poco amables para Obama. Afortunadamente para el candidato, Moore tiene más seguidores en Europa que en los Estados Unidos, algo que ahora ocurre con el mismo Obama.

Algo más sobre el último debate de los candidatos en la televisión. Por su fluidez, no pude evitar la comparación con los que conocemos en España. Romney habla un inglés de Boston, de la Nueva Inglaterra, el mejor de los hablados en Estados Unidos. Pero pese a haber perdido frescura, el inglés de Obama sigue siendo tan fascinante como el primer día. Según los clásicos, la dialéctica y la oratoria son consustanciales con el ejercicio de la política y, al oírlos, comprendí mejor la falta de los liderazgos necesarios que padecemos, en España y en Europa.