FAUNA URBANA - Luis Alemany

Amores perseguidos – Luis Alemany

El Tribunal Constitucional ha decidido mantener vigente la Ley del Matrimonio Homosexual, en contra de la campaña de la extrema derecha gobernante; lo cual no puede por menos de producirle a uno una triple satisfacción: la primera saber que todavía se puede mantener a raya (vamos a ver por cuánto tiempo) la galopante megalomanía restrictiva de Rajoy, cada vez más acuciante; la segunda tranquilizarnos por la permanencia nacional de unos derechos civiles tan compleja, larga y difícilmente adquiridos por los colectivos marginales; y, por último (posiblemente lo más importante), contemplar tranquilizadoramente que se ha evitado el complejo follón social que se hubiera producido con la abolición del matrimonio homosexual, con respecto a los miles de ciudadanos y ciudadanas que se han acogido a tal situación, y que -en consecuencia- quedarían huérfanos de identidad social, al encontrarse integrados en un estado civil inexistente.

En esto de las derogaciones legales retroactivas, uno siempre ha sentido una pintoresca curiosidad; de tal manera que nunca ha llegado a saber qué ocurrió con la republicana Ley del Divorcio, cuando la dictadura del Invicto Caudillo la abolió al ganar la guerra civil, y cuál fue la condición legal de los miles de divorciados del país: si los obligaron a regresar a su primera esposa (aunque ninguno de los dos lo deseara: claro), en qué lugar se situaba la segunda esposa -que parece un título de Sautier Casaseca- y dónde fueron los hijos habidos del segundo matrimonio: claro está que aquello se trataba de una dictadura, donde valía todo y -en consecuencia- todo se podía hacer: se hizo; de tal manera que los bautizos (en los años cuarenta) de los niños republicanos que no lo habían sido previamente se prolongó largamente, a medida que esos niños necesitaban poseer identidad social.

Esas grotescas situaciones dictatoriales produjeron multitudes de anécdotas trágicamente grotescas: Eva Forest (la esposa de Alfonso Sastre) me contaba que hizo obligatoriamente la Primera Comunión con trece años cumplidos y unas tetas (son palabras suyas) que se las pisaba, y Manuel Vázquez Montalbán comentaba que para poder casarse con su mujer hubo que bautizarla la semana antes, oficiando él mismo como padrino; lo cual invalida el matrimonio, porque la normativa católica establece que los padrinos de Bautismo no pueden contraer matrimonio con sus apadrinados: en esta ocasión -de momento- los homosexuales seguirán casados; ¡que vivan los novios!