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Animales – Por José David Santos

El ser humano no es, ni de lejos, el animal más fuerte, hábil o rápido. Si fuera así, quizá, las cuatro jóvenes fallecidas tras una avalancha humana en una macrofiesta en Madrid hubiesen podido salvar la vida; o, quizá, el montañero que encontraba la muerte este fin de semana en el barranco norteño de Los Carrizales podría haber superado la crecida con motivo de las lluvias que se lo llevó por delante. Uno podría caer en la tentación de argumentar que una genética y una evolución física superior evitarían este tipo de muertes tan absurdas.

Por contra, el ser humano es el animal más poderoso y dominador del planeta azul porque tiene desarrollado más que ningún otro ser vivo la capacidad de razonar. Es, en plata, el más inteligente. Suple sus debilidades físicas para sobrevivir en la naturaleza con capacidades tales como el lenguaje que le ayuda a comunicarse mejor; o el desarrollo cognitivo que le permite, por ejemplo, descubrir las vacunas, ser capaz de componer una sinfonía o escribir Rayuela.

El humano es también contradictorio y la que debería ser su principal virtud a veces lo ciega y lo lleva a ser tan básico como una ameba. Si no, no se entiende que en el Arena Madrid se cometieran tantas sinrazones como vender más entradas de las que permitía el aforo del recinto; gente saliendo y entrando por la misma puerta; o bengalas y petardos en medio de una enorme borrachera con menores incluidos. La falta de cordura, esa que nos hace superiores, fue también la que generó la desgracia en el barranco tinerfeño. Una temeridad insensata acudir a esa zona con un temporal sobre sus cabezas, sin permisos y saltándose normas básicas de seguridad.

Otro ejemplo. Una perra es encontrada dentro de una maleta en un contenedor. La perra salva la vida por poco, ya que su instinto le hizo abrir una brecha en su improvisado ataúd. Horas antes, creyéndola muerta -dice él- un supuesto ser inteligente la tiró a la basura.

Todos animales.Todos tan humanos.

@DavidSantos74