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Antideportivo – Perplejita Me Hallo

Luiz Adriano es un joven jugador brasileño que esta semana ensució la camiseta de su equipo, el Shaktar Donestk, en un partido de Champions, marcando un gol al danés Nordsjaelland cuando debía haber devuelto el balón. No hay norma escrita en el reglamento, pero los principios éticos fundamentales del fútbol dictan cuándo hay que entregar la pelota al contrario, y Luiz Adriano los vulneró al aprovechar ese momento para marcar.

El jugador ha pedido disculpas, y asegura que estaba “tan concentrado en el juego” que no se dio cuenta de que un contrario había sido atendido por una falta y tocaba devolver el balón (a ver, Luiz Adriano, tan concentrado no estarías, entonces).

La Red, en su mayoría, ha censurado la actitud de este jugador, por antideportiva y poco ética. Pero un pequeño corifeo me ha llamado la atención por ensalzarle, argumentando, con la destreza de un beodo en la barra de su bar favorito, que el exceso de fair-play perjudica al juego, que pierde agresividad y valor ofensivo. Esa gente, por suerte, es minoría, y ni siquiera es consciente de que esa opinión dice más de sí misma que de su afición o conocimientos sobre fútbol.

El deporte, aun con toda su inmensa mercantilización, es un reducto de nobleza. Si eres sucio y antideportivo en una cancha o en un campo, lo serás en la vida. Es célebre esta cita del filósofo Albert Camus: “Todo cuanto sé con mayor certeza sobre la moral y las obligaciones de los hombres se lo debo al fútbol”. Una frase sencilla que, seguramente, quienes celebran la actitud de Luiz Adriano son incapaces de entender.