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Aprender de los errores> Por Leopoldo Fernández

La tragedia ocurrida en la instalación municipal Madrid Arena, donde tres jóvenes perdieron la vida y otras tantas se hallan en estado crítico -tras un tumulto de gente producido, al parecer, por el lanzamiento de una bengala-, debería servir para considerar todos los aspectos que concurren en las fiestas juveniles y en consecuencia adoptar medidas tajantes y eficaces tendentes a ofrecer la máxima seguridad en este tipo de reuniones, cada vez más comunes en España. Como afirma Lawrence Jonhston Peter, el del principio de Peter, “solo una cosa es más dolorosa que aprender de la experiencia, y es no aprender de la experiencia”.

Es preciso que se conozca qué falló la noche del miércoles al jueves y por qué se produjo ese error. Por muchos permisos legales que tuviera la empresa organizadora de la fiesta de Halloween, que los tenía, persisten las dudas sobre el acceso incontrolado de menores, la introducción en el recinto de petardos y bengalas, la superación del aforo permitido, el escaso número de seguritas y vigilantes, la falta de control de accesos por parte de la Policía Municipal (aunque se tratara de una reunión privada), hasta dónde llegan las responsabilidades empresariales e institucionales y unos cuantos extremos más que las investigaciones oficiales y judiciales seguramente destaparán en próximas fechas. Como demuestra la experiencia, los recintos cerrados, por muy preparados que estén los actos, pueden convertirse, en determinadas circunstancias multitudinarias, en ratoneras y trampas mortales para los asistentes, entre otras cosas por la circulación de violencia, drogas y alcohol en un cóctel de difícil control.

No se trata de poner límites a estas macrofiestas, pero sí de extremar las medidas de seguridad, sobre todo en recintos cerrados, en evitación de incidentes como el ocurrido en uno de los vomitorios de acceso al recinto madrileño de la Casa de Campo. Aquí, en Canarias, estas fiestas multitudinarias proliferan en Navidad, Fin de Año, carnavales y celebraciones patronales, lejos ya otras concentraciones al aire libre, musicales sobre todo, como las de Las Teresitas o Los Cristianos. Sería bueno que las autoridades aplicaran con máximo rigor las normas autonómicas vigentes, y subsidiariamente las estatales de 2007, sobre todo en materia de autoprotección en recintos cerrados, para impedir eventuales incidentes y episodios de pánico. Por desagradables y pesadas que resulten tales medidas, siempre será preferible que se extremen si con ello se evitan vandalismos, gamberradas y situaciones irreparables para vidas y haciendas.