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Autonomías y centro político> Por Jaime Rodríguez-Arana*

La reciente polémica acerca de la independencia y de la soberanía de Cataluña vuelve a poner sobre el tapete la cuestión de las autonomías en nuestro país. Pues bien, al abordar la cuestión de la articulación territorial de España desde los presupuestos del centro político, es necesario recordar algunas de las características que definen esta postura política.

El centro hace referencia a la realidad y a la racionalidad, a la mentalidad abierta, al espíritu de acuerdo y a la sensibilidad. Pues bien que exige un esfuerzo de aproximación a la realidad y de apreciarla en su complejidad. Pues bien, la realidad plural de España es aceptada por todos prácticamente, hasta por los representantes más ultramontanos del unitarismo español.

El acuerdo y mandato constitucional relativo a la defensa de la identidad cultural y política de los pueblos de España o, por decirlo de un modo más amplio, la estructuración autonómica de España es uno de los aciertos más importantes de nuestros constituyentes, aunque en su plasmación o en su aplicación puedan haberse producido abusos de uno u otro signo, desviaciones, retrasos, precipitaciones, vacíos… Y también, por eso, porque responde a una realidad, y además una realidad que juzgo positiva, por cuanto realmente -no retóricamente- nos enriquece a todos, es por lo que desde el centro no puede caber una actitud que no sea de apoyo y potenciación para esas culturas, lejos de los que sienten nostalgia de un integrismo uniformante o de los que propugnan particularismos que consideramos excesivos.

Así, por ejemplo, por muy conflictiva o problemática que pueda parecer a muchos la pluralidad cultural de España, en absoluto desde el espacio del centro, se puede afirmar que es posible la diversidad en la unidad porque autonomías y unidad son realidades totalmente complementarias.

De ahí que apostemos por unas lenguas vasca, catalana, gallega o valenciana, pujantes y vigorosas y conformadoras del sentir de cada uno de las comunidades que la hablan a la vez que se garantiza, solo faltaría, la lengua española, que es la de todos y cada uno de los ciudadanos, la común.

Para ser más claro: para mí la mejor forma de ser plenamente español es ser plenamente gallego.

*CATEDRÁTICO DE DERECHO ADMINISTRATIVO / jra@udc.es