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El brazo de la ética – Por Víctor Corcoba Herrero

Vivimos en la oscuridad. El horizonte ético se lo han cargado los poderes. Hemos puesto la estupidez de moda y este modo de vivir es tan necio como destructivo, porque nos lleva a la indiferencia de unos para con otros. Nos invade un desbordante río de inmoralidades que, aparte de hacernos sentir mal, hace que las estructuras sociales caminen hacia el derrumbe. Si la honestidad pierde la centralidad de nuestros quehaceres cotidianos va a ser bastante complicado recobrar una recta conciencia crítica como regla de nuestros hábitos. Pienso, por consiguiente, que debemos recuperar y hacer recuperar al ciudadano de hoy la capacidad por el entusiasmo. El que las personas se vean incapaces por cerrar pactos que requieren consensos ciudadanos en parte es debido a una dejadez o abandono hacia los derechos básicos de participación, que se relativizan o se dejan en manos de unos poderes endiosados a más no poder. También viven en la oscuridad las finanzas públicas. Por muchos códigos de buenas prácticas de transparencia que se propaguen, si luego el brazo de la ética no acompaña a la letra impresa, de nada sirve. Unos se taparán a otros, y los otros a los unos, y así tenemos lo que tenemos, paraísos fiscales desbordados por tanta evasión de capitales. Ante esta realidad bochornosa tampoco nos podemos quedar de brazos cruzado. El universo de la responsabilidad y de los valores morales debe ponernos en movimiento y no dar la espalda a esta situación cada día más ennegrecida, por la carga de hipocresía y podredumbre que implica. Por desgracia, las declaraciones de buenas intenciones no son suficientes si no se fundamentan en la verdad sobre lo que es lícito o ilícito, es decir, sobre lo que es bueno o malo para la especie humana global.