por qué no me callo >

Camina o… – Por Carmelo Rivero

La América que se dio cita en Cádiz no es la de César Vallejo que emigró a París y Madrid lamentando que “desgraciadamente, el dolor crece en el mundo a cada rato”. Aquella era la versión insolvente de los países emancipados de España. Ahora se cruzan los bicentenarios de sus independencias con el de la Pepa, y nuestra América, como decía Martí, ya es otra. Tras un reciente viaje a los parientes andinos, conté en este periódico mi impacto ante el despegue de Perú, y esa es la tónica de la nueva América que cruzó el charco esta vez a la Cumbre Iberoamericana de la Tacita de Plata para no hacerle un feo a la madre patria. Ahora es ella la que mira por encima del hombro a una España de resaca, en plena huella de la huelga por sus demonios rituales, y la que le ofrece oportunidades a su magra economía. A Europa la mortifica Merkel, y la kaiserin de Brasil, Dilma Rousseff, reprende a Bruselas (que está de parto presupuestario para menoscabo de Canarias) por su esterilizante receta. Ellos tienen otras vacunas para el plasmodium de la crisis, y cruzaban los dedos (“vade retro, austeridad”), aun honrando a la Constitución doceañista del paisano Ruiz de Padrón (hijo predilecto de La Gomera desde el viernes 16), con verdadero repelús a la medicina que manda a la eurozona a la recesión desde hace un trimestre. Saramago, que habría cumplido el viernes pasado 90 años, decía: “No es que sea pesimista, es que el mundo es pésimo”. Es un mundo (Europa) donde solo están los ricos y los demás. Técnicos de Hacienda han elaborado un informe que titulan, con tal motivo, Adiós a las clases medias, donde un millón de canarios ceba la tasa de precariedad (son mileuristas). En este repensamiento general, a la opción de puente logístico y financiero de EE.UU. con África se añade la del Banco Africano de Desarrollo respecto al agua. O Canarias se reinventa, o revienta.