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La consejera – Domingo-Luis Hernández

En principio creímos que estábamos allí para escuchar lo que habitualmente escuchamos: en los Presupuestos Generales del Estado, cero para bibliotecas, para instituciones y eventos, para adquisición de libros…, más suspensión de las ayudas a los viajes a la Península de los agentes de la cultura del Archipiélago. Pero se detuvo la consejera en varios pormenores y por primera vez oímos cosas consecuentes de un máximo responsable de la cultura en un Gobierno de Canarias. Habló del apoyo inmediato del Gobierno al mecenazgo y de comprometer en los apoyos a la cultura a otras consejerías, como Economía. Interesante. Siempre que las palabras tengan consecuencia. La actual consejera (doña Inés Rojas) parece trabajar en ello y con denuedo. Mas las mañas propias y los ceros de los presupuestos propios nos hacen mirar con cautela. Con una perspectiva, esencial hoy: a diferencia de como por lo común se ha actuado aquí, no es el dinero a repartir el problema, sino saber del plan (si lo hay) y cómo se articulará el plan (si lo hay, porque hasta ahora nada.

Es verdad que el sector de la cultura de Canarias genera una actividad imprescindible y aporta puestos de trabajo y riqueza para las Islas. La cuestión no es esa, la cuestión es estudiar cuántas empresas canarias de la cultura sobreviven por la iniciativa propia a expensas de los apoyos del Gobierno, cual ocurre en el resto del Estado y en el resto de Europa.

Y esa es una rémora de los Gobiernos de Canarias que ni han ordenado las iniciativas ni han sido capaces de arbitrar procedimientos justos, competitivos y consecuentes.

Bien al contrario. Un Gobierno de Canarias colocó en la Dirección General del Libro (porque tocaba por cupo de partido) a alguien cuya lectura más responsable debió ser el Catecismo. Así nos fue. Y la peor consejera de Cultura de cuantas han existido en Canarias (doña Milagros Luis) suspendió la convocatoria pública de ayudas al sector (sobre todo al del libro) porque había recortes en su departamento. Es decir, lo mismo que ha hecho el Ministerio de Cultura de España (digo irónicamente, claro) porque también hay recortes. Algunas de las cosas que dicen que dijo al respecto, aparte de una desvergüenza política, fueron una desfachatez democrática. Porque en estos casos la competencia es fundamental, ya digo. Y para eso, proyectos; más (lo que es tan importante) un serio, riguroso y exhaustivo baremo que los valore. Cosa que aquí nunca ha existido.

Las consecuencias, pues, son múltiples y los dichos Gobiernos de Canarias no se van de rositas del análisis. Lo fácil: repartir con convenios ad hoc a los convenientes. ¿Responsabilidad con la cultura entonces? No. Y otra cosa: la falta de respeto de un Gobierno a la cultura y a los agentes de la cultura no califica a quienes sufren ese oprobio, califica a quienes de ese modo actúan.
Y si añadimos la desidia institucional, mal nos va, como en efecto ocurre.

¿Cuándo se va a dejar acariciar el Gobierno de Canarias en esos términos por los verdaderamente expertos? ¿Cuándo se van a convencer de que ellos son los depositarios de los fondos y no los dueños? Nunca.

Eso es lo que debimos haber hablado con la consejera de Cultura, Deportes y a quien se le ha añadido (curiosamente) Políticas Sociales y Vivienda; eso es lo que debimos haber hablado con ella a tenor de sus buenas intenciones.