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Cuarto menguante – Juan Carlos García

Si alguno de ustedes, estimados lectores, albergaba una tenue esperanza de llegar a conocer una España con una población superior a los cincuenta millones de habitantes aquella se ha desvanecido. Seguir la estela, la poblacional, de los cuatro grandes de la Unión Europea (Alemania, Francia, Reino Unido e Italia) no podrá ser. Así lo indican los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). El descenso de natalidad y la emigración acelerarán la merma demográfica. De los actuales 46 millones de residentes se volverá, en cuarenta años, en 2052, a los 41 millones de principios de siglo. En 2013 España comenzará a perder población -Canarias es una de las excepciones y, según el INE, en diez años crecerá en más de 27.000 personas- y en 2018 las muertes superarán a los nacimientos. Es un ajuste más: perder cinco millones de personas en cuarenta años. Sin más valoraciones, propias de sesudos analistas, España ha mutado en un país menguante. Se va consumiendo moralmente. Sus ciudadanos acusan pérdidas graduales o vertiginosas de estabilidad social y laboral. De aquí a cuarenta años nadie puede descartar que en esa menguante proyección poblacional de España se haya instalado ya una disminución física de esta. Las apuestas soberanistas de los catalanes y vascos -con el clip canario trabado en la esquina- podrían haber cuajado, a temperatura varoma y velocidad cuchara, en 2052. Alfonso Guerra espetó en 1982: “Vamos a dejar a España que no la va a conocer ni la madre que la parió”. De aquí a 2052, España va camino de que no la conozcan ni los hijos de los padres que parieron la Constitución. Por menguar pueden hacerlo hasta los tradicionales belenes, ya que, según el papa Benedicto XVI, no había ni mula ni buey en el portal de Belén. El próximo 6 de diciembre, esa fecha cuyo carácter festivo aún no está asegurada en los años venideros, ese constitucional día, es el próximo cuarto menguante.