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Un día especial> Por Francisco Pomares

Pertenezco a una generación que se toma muy en serio el derecho a la huelga, entre otras cosas porque cuando empecé a trabajar declararse en huelga era un delito perfectamente definido, que solía dar con los huesos de la gente en la cárcel. Como todos los derechos, el de huelga debe ejercerse con sentido cívico y sensatez, asumiendo los riesgos que implica. Las huelgas políticas exacerban las diferencias ideológicas entre los ciudadanos y dividen a la nación. Sin duda, la huelga de hoy es una huelga política, como lo son todas las huelgas generales. Es, además, la segunda en muy poco tiempo contra las políticas del Gobierno de Mariano Rajoy y del PP, políticas que son rechazadas por millones de ciudadanos, pero que cuentan con el respaldo de la mayoría democrática en el Congreso.

Lo que esta huelga pretende es cambiar esas políticas, hacer saber al Gobierno que no cuenta con el apoyo de la mayoría productiva para los recortes que aplica.

Pero al margen de que la huelga sea o no sea un éxito, el Gobierno puede hacer oídos sordos al mensaje. O escucharlo e insistir en que no hay más camino que el que sigue. Por eso, acudir a la huelga -aunque millones de ciudadanos se vuelquen en ella- no garantiza que se vaya a producir algún cambio de política. Muchos ciudadanos, incluso estando en contra de los recortes, son muy escépticos sobre la eficacia de las movilizaciones. Por eso, sumarse a la huelga debe ser una decisión estrictamente personal.

Aun así, nadie debe escandalizarse porque el ejercicio de esa decisión por parte de otros pueda provocar situaciones -como la paralización del transporte, o el cierre de oficinas, por ejemplo- que le impidan a uno hacer lo que desea. Es un asunto complejo, porque el Gobierno debe garantizar el derecho a acudir a trabajar, pero no debe hacerlo violentando el derecho a no acudir.

En el ejercicio práctico de la huelga, se produce siempre una colisión entre derechos contradictorios. En las sociedades avanzadas se asume que esa colisión es un mal menor, extraordinario y necesario.

Lo importante hoy es evitar las imposiciones y la violencia. El Gobierno debe vigilar cualquier exceso en el ejercicio de su capacidad represiva, y evitar la manipulación propagandística o los mensajes desmovilizadores, para no alimentar reacciones desmedidas. El Gobierno es contrario a esta huelga, es obvio, pero mientras dure debe mantener la neutralidad institucional. Mañana será otro día.