La reelección de Barack Obama garantiza que su Gobierno y las estructuras de poder que rodean la Casa Blanca sigan ignorando a Latinoamérica repitiendo lo ocurrido en los últimos cuatro años; no aportando nada a las interrelaciones con una región que debiera preocuparle sobremanera, al ser la que le resulta mas cercana.

Región que gobiernos estadounidenses anteriores vigilaron de modo estricto durante la Guerra Fría frente al comunismo y que Obama debiera vigilar en su lucha comercial contra los gigantes asiáticos, especialmente China, dada la invasión de importaciones e inversiones de tal origen, sin olvidar las europeas, especialmente (no se asombre lector) las españolas.

Pero Obama ha despreciado a los latinoamericanos, excepto a aquellos que viven en EE.UU., a los que nuevamente ha ofrecido el oro y el moro a cambio de un voto, pero que, seguramente, volverá a olvidar tras ocupar el Salón Oval.

Desde el río Bravo -su límite con México- hasta Tierra del Fuego, territorio compartido por Chile y Argentina, toda Latinoamérica volverá a pasar inadvertida por Obama, incluidas las crisis limítrofes entre Chile y Bolivia, o entre Colombia y Nicaragua, que pueden acabar en conflictos armados.

Y esto, más la mencionada invasión comercial asiática, debe preocupar más a los estadounidenses, y a Obama y a las estructuras de poder que rodean la Casa Blanca, que a los latinoamericanos.

Porque, sinceramente, cada vez que EE.UU. presta atención a la región, los latinoamericanos pagan las consecuencias negativamente: inestabilidad política, guerras civiles, deudas externas y miseria. De modo que, como dije alguna vez, hasta es preferible que EE.UU. ignore Latinoamérica ya que Obama puede tener cara de angelito bueno pero respeta las políticas de Estado impuestas hace dos siglos en Washington. Y no vacilaría en volver a someter a Latinoamérica si eso beneficia a su país y a los que rodean la Casa Blanca.

gerardoctkc@gmail.com