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Entre 007 y Anacleto> Por Fran Domínguez

Ahora que el ínclito James Bond, o sea, 007, se encuentra de aniversario (celebra medio siglo en esto del cine), además de estrenar nuevo filme en la pantalla grande, Skyfall, con un Javier Bardem haciendo de malo malísimo y teñido de rubio hasta las cejas, no deja de ser curioso que las artimañas y las artes en la proverbial letalidad del espía más célebre del mundo (incluyendo a los de verdad) contrasten con la auténtica realidad del gremio -en su vertiente más paroxística-, aunque para ello tengamos que remontarnos a más de 30 años atrás.

Y digo esto porque el cumpleaños de celuloide de Bond (la primera cinta de la popular saga llevó en España el rimbombante título de Agente 007 contra el Dr. No, en 1962) viene a coincidir, al menos por estos lares, con la difusión en la Televisión Canaria del controvertido documental Cubillo, historia de un crimen de Estado, sobre el fallido atentado al conocido líder independentista isleño, cinta en la que -¡válgame Dios!-, dejando aparte de consideraciones y análisis sobre los acontecimientos de la época y las sombras y luces del personaje principal, y quitando hierro al asunto desde la siempre relativista y tranquilizadora perspectiva del tiempo, se trasluce bien a las claras el particular modus operandi de unos servicios secretos españoles de finales de los 70 y principios de los 80 del pasado siglo: entre siniestros, carpetovetónicos y hasta de pandereta, más propios de aquellas disparatadas historietas de la editorial Bruguera en las que deambulaban el sin par Anacleto y los no menos catastróficos Mortadelo y Filemón.

La flemática capacidad de Bond y la parafernalia organizativa del MI6 (los servicios de inteligencia británicos) se contraponen -salvando la pantalla que separa la ficción de lo real- al espionaje patrio de andar por casa de aquellos años eminentemente grises. En cualquier caso, si tengo que elegir entre 007 y nuestro Anacleto, me quedo con el Súper Agente 86 y su zapatófono.