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Erre que ERE> Por Román Delgado

Eres, eeeres…, como la alpispa…”, dice la canción. Hoy eres, te guste o no te guste; lo desees o no lo desees; te venga bien o te venga fatal, carne de cañón, carne de ERE. Incluso, si nos atenemos a cómo está la parte de atrás de la economía nacional (y la de delante, y la de todos los lados), se puede decir (y es la misma endemoniada realidad) que eres casi un ERE; o sea, que si aún no formas parte del grupo de los llamados ERE, no dejes de mirar para todas partes, que igual hasta poco te falta. Así que atento, que quizás en nada seas trabajador del ámbito privado o del público (quién lo iba a decir hace nada), podrás ser Fulano de Tal con sobrenombre de ERE.

Y esto de llevar la carga pesada del ERE significa que lo fuiste, que, sin comértela ni bebértela (en algunos casos), ya te has ido de paseo. Parece que hoy es lo que toca, parece que es el viento que domina, parece que es la dinámica que los gestores públicos no saben cómo atajar, parece que es la miseria que lo ensucia todo, parece que no hay otra solución, parece que esto no tiene punto y final…: parece que este campo de minas sobre el que hoy pisamos está sembrado de ERE, la dinamita favorita en el presente y seguro que en el futuro más cercano.

Joder, parece que esto no hay quien lo arregle… Parece, parece, que aquí nadie dice nada de nada: nada de qué, nada de cómo, nada de cuándo, nada de por qué. Aquí nadie dice nada. Y así los ERE, con esa temperatura ambiente, se ponen las botas, se propagan, se reproducen y matan a mucha gente. “Como el que no se consuela es porque no quiere”, sostiene el impresentable dicho popular, el grupo que se niega a responder a tantos interrogantes vitales reparte la medicina del silencio o de la mentira, que es la misma. Pensarán que en las calles de este país canario no hace tanto frío, ni llueve como para tener que recurrir al toldo. ERE es una palabrota fea, un nombrete de mala muerte: a veces hasta el final de todo.

@gromandelgadog