el fielato >

Fracasados – Por José David Santos

Los perdedores no tienen buena prensa. Lógico, dirán, sobre todo, en una sociedad como la nuestra en la que los premios, los logros, son la vara de medir del éxito en la vida. Nunca creemos que se puede llegar al máximo de una meta siendo segundo, tercero o, simplemente, habiendo intentado alcanzar ese reto. Y es que el camino no parece tan atractivo; requiere tesón, audacia, sufrimiento y un alto grado de asimilación del fracaso. Porque a ese tramo final, al pódium, solo llegan unos pocos y las posibilidades de no ser de los mejores es muy alta. Desde hace siglos nos han enseñado esta verdad grabándola a fuego en nuestras cabezas, advirtiéndonos de que no vale la pena luchar por ciertas cosas porque no las vas a conseguir. “No eres tan alto, no eres tan rápido, no eres tan inteligente, no tienes tanto dinero, no posees influencias, no eres tan guapo, no tienes un buen padrino, no eres nadie”. Y así, ante las perspectivas que los otros – siempre son otros los que, qué buenos, te abren los ojos y evitan tu propio fracaso- ni lo intentas. El sistema, con el paso de los años, se ha vuelto sutil y el freno a las aspiraciones y ambiciones de buena parte de la ciudadanía apenas es perceptible, pero ahí está.

Existe una clase social, política, cultural y económica que se retroalimenta, que se reproduce internamente, que construye sus palacios y fortalezas para que nadie entre en ellas. De vez en cuando surge algún elemento alejado de esas clases y penetra en sus mundos de élite y gran familia. Es aquello del sueño americano y la forja de los grandes hombres que Hollywood nos ha vendido tan bien. Son excepciones. Y por eso hay más desigualdades, por eso se derrumban tantas cosas alrededor, por eso creemos que nuestra única salida es una manifestación o una huelga. Pero no. Para mejorar las cosas hay que dejar de hacer caso a esos que nos convencen de que no podemos alcanzar el éxito e intentarlo. Creo que son tiempos para correr riesgos, para aventurarse, para apretar fuerte los dientes y salir adelante. Es el camino más duro, el que, quizá, más sufrimiento conlleve, pero el único que, aun sin llegar al objetivo, logre que no nos sigamos sintiendo como fracasados.

@DavidSantos74