Me dio tanta risa escuchar a algunos primaveras de la vida llenarse la boca hablando del proceso de cambio u occidentalización del mundo árabe, que cuando menos, lo quiero achacar a poco más que un deseo o un episodio delirante. Creer que Facebook iba a transformar las sociedades árabes es como pensar que la banca tiene sentimientos. Egipto es uno de los minaretes del mundo musulmán. Una pieza demasiado importante para Washington e Israel como para dejarle evolucionar de una manera libre. Situación, que de todas formas, no acontecerá. Y es que la intimísima ósmosis entre el paternalismo y la religión hace que la sola mención del laicismo pueda resultar surrealista; y más, cuando desde la infancia, los niños son instruidos en torno la enseñanza coránica.
La jugada del imperio ha sido maquiavélicamente discreta: en nombre de la “democracia”, dejar caer a un Mubarak que ya estaba más que amortizado y, sin un relevo dócil a la vista que asegurase otro medio siglo de paz en el Sinaí, lo mejor es dejar al paciente egipcio entubado, a la deriva, y sumido en el caos y la división interna. ¿Y los Hermanos musulmanes como alternancia política?; ¿que le pregunten a los británicos por esta cofradía de curas del Corán? Teocracia; se llama teocracia. Aunque, no seamos hipócritas. La hermandad le puede venir de perlas a La Casa Blanca y a Tel Aviv; pues va a sumir a Egipto en una fractura social; y eso, se traduce en un statu quo de indeterminación que intencionadamente se buscará eternizar bajo el discurso envenenado de las buenas palabras. American Thinker es meridiano en su titular: La administración Obama estrecha relaciones con la hermandad musulmana. No hay primavera árabe; solo un largo invierno que no hará otra cosa sino enmarañar y debilitar socialmente a un estado bisagra en Oriente medio. Los Hermanos musulmanes pregonarán un discurso amable en la calle; otro antisionista y panislamista en la mezquita; y en muy en privado, otro con la inteligencia norteamericana. Misión cumplida.
Centro de estudios africanos de la ULL.
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