la última (columna) >

Ir a mejor – Por Jorge Bethencourt

No tengo elementos para llevar la contraria al presidente del Gobierno en eso de que las cosas van a ir a mejor. Debe estar mejor informado. Desde luego, los datos que manejamos los ciudadanos de a pata no apuntan en esa dirección. Estamos en un páramo donde la Administración ha encarecido todos los servicios públicos a través de impuestos o repagos. La justicia ya se paga y las nuevas tasas son una recarga del sistema. Los copagos sanitarios son más de lo mismo. Las cargas fiscales sobre el trabajo, sobre las rentas de las personas o empresas, no hacen más que subir. Damos la residencia a quienes compren ladrillo (que también lo hacen países como Estados Unidos, no hay que desmelenarse). El paro sigue aumentando de forma vertiginosa lo que indica la destrucción de empresas y el colapso de la economía… En fin. Que yo en todo esto no veo un jodido brote verde por ninguna parte. Donde lo ve Rajoy es en el cumplimiento del déficit. O lo que es lo mismo, el presidente considera que frenar el tamaño del agujero que cada año se producía en las cuentas públicas es el primer indicador positivo de que las cosas van a ir a mejor.

No le falta razón en considerar una buena señal el fin del alocado crecimiento del gasto público. Lo que pasa es que se ha conseguido de una manera muy costosa. La contención del déficit a través de un incremento de la tributación ha hecho recaer sobre las costillas de la economía productiva los costos del ajuste. Las administraciones públicas han reducido drásticamente sus gastos productivos, sus inversiones, pero han dejado casi intactas sus estructuras fosilizadas de las épocas de las vacas gordas. La dolorosa devaluación fiscal ha hecho más competitivas nuestras exportaciones, pero ha provocado un empobrecimiento general de la sociedad y ha acercado a muchas familias de clase media a los abismos de la pobreza. La trampa de este Gobierno conservador es que, si exceptuamos la reforma de los costos del despido, ha aplicado políticas socialdemócratas en la economía y la fiscalidad. No se ha atrevido con la reforma directa de las estructuras de las administraciones públicas, refugiándose en los recortes de dotaciones presupuestarias a las autonomías, una maquiavélica forma de matar con mano ajena. Y ha colocado la carreta de las estrategias presupuestarias delante de los bueyes de la economía productiva. Tal vez por eso, cuando estamos llegando al cumplimiento de un objetivo que parecía imposible, la reducción del déficit, quienes entran por la línea de meta son unas administraciones intactas y una economía devaluada, exhausta y moribunda. Como decía Guerra, el éxito, a veces, también mata de una manera mucho más sutil que el mayor de los fracasos.

@JLBethencourt