domingo cristiano>

De limpieza> Por Carmelo J. Pérez Hernández

La diócesis de Tenerife está inmersa en una larga jornada de limpieza. Comenzamos hace algunas semanas en Garachico y estaremos ocupados en este fregado durante 365 días. Año de la Fe lo hemos llamado. Para entendernos: la Iglesia en todo el mundo ha decidido que en este momento histórico nos conviene sentarnos a reflexionar sobre nosotros mismos, sobre nuestra respuesta a la fe. En el fondo, una vez más, la comunidad de los creyentes se reconoce pecadora en público y necesitada de renovación. A otros colectivos e individuos que dan lecciones de todo me gustaría a mí verles bajar la cabeza así para reconocer sus miserias. A nosotros no nos cuesta demasiado. ¡Basta ya de complejos históricos, a las pruebas podemos remitirnos!

A lo que iba: nosotros estamos de limpieza. Lo que nos toca ahora es revisarnos como individuos y como comunidad. Vamos a poner patas arriba nuestro interior y nuestros templos, nuestras personas y nuestras estructuras, nuestro comportamiento y nuestra responsabilidad histórica como encargados de transmitir con fidelidad un mensaje que no nos hemos inventado, que no es nuestro. Una verdad que se nos ha legado para darla a conocer sin mancharla, sin permitir que se contamine con torpes o elaborados desvaríos.

¿Y esto cómo se hace? Pues echándole ganas y empeño. Lo contrario es abonar de fracaso esta oportunidad histórica de la que ya formamos parte. Las ganas y el empeño, la decisión y la perseverancia han de comenzar en cada creyente de nuestras Islas. De nada servirán mil folletos que se publiquen si el corazón de cada cristiano no aprovecha este año para revisar su fe, para reconocer su tibieza -siempre somos tibios-, para comprometerse con su propio crecimiento. Todo empieza ahí adentro, muy adentro, donde estamos solos, a solas, con solo Dios.

Pero tenemos también la responsabilidad histórica de recuperar el genuino carácter de esta familia que es la diócesis. Nos toca ajustar las estructuras, los procesos, los procedimientos, las rutinas, los nombramientos, las destituciones… nos corresponde reconducir el día a día hacia aquellos caminos por los que Dios transita. Negarlo o ignorarlo culpablemente sería como esconder la cabeza bajo tierra condenando al cuerpo entero a morir por falta de oxígeno.

Esta larga jornada de limpieza será ardua, pero apasionante. Será una oportunidad para ver nacer la esperanza de entre las cenizas de nuestra gris apatía, ese cáncer para la vida personal y comunitaria.

Propongo una muleta para alcanzar la cumbre. Con temor y temblor, sabiendo que piso tierra sagrada lo hago. Propongo, con el evangelio de hoy, descubrir o recuperar la transformadora emoción con la que miles de generaciones antes que nosotros recitaron la verdad que nos une y nos hace libre, una sentencia que es a la vez camino y meta: “Escucha Israel: el Señor nuestro Dios es solamente uno. Amarás al Señor tu Dios con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas. Las palabras que yo te digo quedarán en tu memoria”.

No hay otro camino para perder el miedo al futuro. Estoy seguro.

@karmelojph