Tribuna > Fermín Bocos

Las orejas del lobo – Fermín Bocos

Un crimen prescribe, una deuda no. 103 años después (la Ley Hipotecaria es de 1909), los políticos españoles han caído en la cuenta de que la norma legal que regula los desahucios es injusta porque respalda a los bancos en actuaciones que rozan la usura.

¿Qué ha pasado para que PP y PSOE comparezcan ante la opinión pública mostrando una insólita disposición a pactar algo, en este caso una reforma de la mencionada ley? Pues que sus dirigentes -que cuando no toca campaña electoral se mezclan poco con el pueblo-, pero ven la televisión y leen los periódicos, se han dado cuenta de que los desahucios (más de 300.000 en lo que llevamos de año) están provocando la ira de mucha gente que sin distinción de color político clama para que las cajas y bancos a los que se está rescatando con dinero público no arrojen a la calle a familias desesperadas. Ira que abona la desafección.

Tengo para mí que la noticia del acuerdo que se anuncia es fruto de una reflexión que va más allá del impacto sicológico que provocan los desahucios. Les preocupa la creciente desafección de los ciudadanos que certifican los sondeos del CIS.

El pueblo les ve como una casta. Desunida a la hora de defender los intereses del común pero formando piña cuando de lo que se trata es de proteger sus intereses como grupo. Viven de la política y defienden sus privilegios -encomiendas, sueldos, dietas, comisiones, jubilaciones, etc- como quien defiende un negocio. Que un expresidente de autonomía pueda jubilarse contando de por vida con una pensión que supera los cincuenta mil euros anuales, llegando en algunos casos (Cataluña) a superar los setenta mil, es un escarnio. Más en estos tiempos. Con cinco millones y medio de parados, recortes de sueldos y congelación de pensiones.

Es probable que del acuerdo entre el PP y el PSOE salga un proyecto de ley para que la dación de la vivienda extinga la deuda. Bienvenido sea en nombre de los miles de desheredados que están abocado al desahucio. Pero que los políticos no se engañen: el distanciamiento de la gente, la ira de fondo que reverbera en la calle, no va a desaparecer tan fácilmente. Bien está verle las orejas al lobo.