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Penúltimo escándalo – Por Francisco Pomares

Pocos asuntos han provocado tanta división en las filas de Coalición Canaria como la concesión de licencias de radio. Y la cosa es que el escándalo no hace sino agravarse: ya se sabía que el Gobierno, que se enfrenta en el juzgado número 5 de Santa Cruz a un caso por probable tráfico de influencias, había entregado al tribunal documentación modificada e incompleta. Antes de proceder a la imputación de los responsables, entre ellos el viceconsejero Martín Marrero, uno de los hombres fuertes del entorno de Rivero, la jueza solicitó la inmediata entrega del expediente administrativo, especialmente de las copias en CD que se exigían en las bases. Pero la jueza se va a quedar con las ganas de verlas: en el caso de algún adjudicatario, por ejemplo en el del amigo de Rivero, Miguel Concepción, esas copias siguen sin aparecer por ningún lado. Martín Marrero las suplió con una nueva grabación en CD, realizada a posteriori, de los contenidos que -según dice él- había en la oferta escrita original de las empresas. Pero la oferta escrita es manipulable. Basta con incluir un par de fotocopias. La otra no, porque las grabaciones dejan una indeleble huella digital. Es por eso que las bases exigían la presentación de las ofertas en CD y excluía automáticamente de la adjudicación a quienes no cumplieran ese requisito.

Para explicar por qué intervino modificando por su cuenta los defectos que había en las peticiones que finalmente resultarían judicatarias -algo que es completamente ilegal e invalida todo el proceso-, Marrero ha enviado a la jueza un oficio en el que dice que no todos los licitadores cumplieron con la exigencia de presentar las ofertas en disco, y que además algunos de los CD que sí fueron presentados estaban rotos, otros vacíos y otros contenían errores por duplicación, por lo que el viceconsejero optó por rehacer la documentación enviada al juzgado.

Lo que Martín Marrero reconoce en su escrito -con una candidez que espanta y que va a costarle un disgusto- es una manipulación de tomo y lomo. Porque -ya se dijo- quienes no presentaran la documentación en soporte CD debían ser excluidos.

Y lo que hizo Martín Marrero, a espaldas de la mesa de contratación, fue salvar de la exclusión a Miguel Concepción y a otros cuantos. Si quedaba alguna duda de que la adjudicación de las licencias de radio ha sido la penúltima estafa del Paulinato, la chapuza de Martín Marrero lo deja bien claro.