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Periodismo confiscado – Juan Henríquez

El jueves 15, de la semana pasada, acudí a una conferencia en la que intervino Maruja Torres, escritora y periodista, que junto a Malén Aznárez, responsable de Reporteros Sin Fronteras en España, hablaron de La libertad de expresión perseguida y los peligros que la acechan. Establecieron un diálogo de la experiencia profesional en torno a la libertad y el periodismo. Dijeron cosas muy interesantes, como la dependencia de la profesión del poder financiero y de la política, con el añadido de los grandes poderes económicos y empresariales.

Mientras aquellas dos mujeres hablaban de las indigencias de los medios de comunicación social, recordé la determinante influencia de estos poderes de los que señalaban, sobre los periódicos, televisiones y radios locales, y los profesionales que en ellos trabajan. Hasta el punto, llegaron a decir, de que hoy los verdaderos periodistas son los corresponsales de guerras y los que informan del paro y las miserias de la sociedad. Digo más, me parece que intervenía Malén Aznárez, que el periodismo deja de serlo cuándo el periodista se convierte en protagonista de la noticia. Y ahí fue cuando se me dispararon las neuronas al recordar ciertos episodios recientes en medios cercanos.

Una mañana, sobre las once, en una emisora, apéndice de otra de ámbito estatal, tres periodistas, o dos y medio, hablaban de sus miserias y servicios mal pagados, en referencia a un importante empresario, poseedor de medios de comunicación, para los que habían trabajado, y en algún caso lo seguían haciendo. No repararon en insultos, vejaciones, incluso, anécdotas de traiciones y daños a terceros siguiendo las instrucciones del magnate.

Es un ejemplo de la podredumbre que mora en los medios de comunicación, y no hablemos, de los que por cuatro euros y medio, pasan de los insultos y descalificaciones, a recibirlos, tras el pago correspondiente, en la alfombra roja del plató. ¿Se acuerdan del famoso rifirrafe de “el gandul”? ¡Es lo que hay!