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Precisiones> Por Leopoldo Fernández

Un amable lector me reprocha que en mi comentario del jueves diera caña a los sindicatos a cuenta de la convocatoria de huelga general política. “Es como si les tuviera manía cuando su postura es perfectamente constitucional y lógica por las circunstancias que vive el país”, apunta. Entiendo, y comparto, como he escrito, las razones de la huelga, que claro que es legal, y hasta legítima. Como goza de la misma legitimidad el derecho al trabajo que ejerció una mayoría de ciudadanos en uso de su libérrima voluntad. O por temor a ser despedidos, que de todo hubo ese día. Incluso piquetes violentos y destructores, más alineados con los grupos antisistema que con las justas reivindicaciones de los trabajadores.

Pero lo que me duele es que nuestros sindicatos prefieran una actuación de desgaste del Gobierno en lugar de centrarse en la esencia y fines del movimiento obrero: la defensa de los intereses de los asalariados. Aunque la protesta tuvo alance europeo, a petición de la Confederación de Sindicatos, lo cierto es que CC.OO. y UGT se alinearon con sus homólogos de Portugal, Malta y Chipre -que también convocaron huelga general-, en vez de actuar como en Alemania, Francia, Italia, Bélgica, Holanda y otros países de la Unión, donde las protestas se ciñeron a paros, concentraciones, proclamas y manifestaciones contra las políticas de recortes, austeridad y pérdida de derechos a que obligan las políticas comunitarias antidéficit. Una huelga general produce daños irreparables en la economía, que en el caso español -ya se ha dicho- se calculan entre 3.000 y 5.000 millones de euros, ahí es nada. Aun así, la huelga no logró la paralización del país e incluso -también se ha dicho-quedó, en cifras de paro, por debajo de la del 29M.

No están, creo yo, los sindicatos para muchos fiascos, pero allá ellos con sus despropósitos. Los porcentajes de afiliación -los más bajos de Europa- y su propia credibilidad ante la ciudadanía -al mismo lamentable bajo nivel de los partidos- deberían moverlos a la reflexión, pero se ve que prefieren seguir tropezando con la misma piedra. Sin embargo, las acciones de protesta al margen de la huelga fueron un éxito resonante, y puede que un aviso a la señora Merkel para que advierta de una vez cómo respira la calle. Por cierto, en Alemania está prohibida la huelga general política y, como en otros países de nuestro entorno, los piquetes mal llamados informativos, porque en buena parte son coactivos e innecesarios en estos tiempos, tienen muy acotada su tarea. Y más que la acotará la reforma de las normas sobre huelga aún en vigor, aunque datan de 1977. Estas son mis explicaciones, no sé si suficientes y satisfactorias para mi comunicante.