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Pulso catalán – Por Jorge Bethencourt

En España, donde nos hemos entusiasmado con la energía eólica, cada vez que se aproximan unas elecciones las urnas forman un gran ventilador, accionado por huracanes políticos de distinta intensidad, que al final acaba lanzando una enorme cantidad de excrementos sobre la cordura. Es difícil pensar que la aparición de un misterioso informe policial sobre cuentas en el extranjero de dirigentes nacionalistas catalanes sea ajeno al pulso independentista de los líderes de CiU. Y más difícil entender que el contenido de esos informes se ventile solo en los periódicos, en vez de en los juzgados. Y sencillamente inverosímil considerar que la coincidencia del escándalo con la cita electoral sea fruto de la casualidad y no de la causalidad.

Debilitar a CiU es ponerla en manos de Ezquerra Republicana, lo que apunta a que alguien bienintencionado pretende solucionar la crisis soberanista por la vía del extremismo. Cauterizar de una vez y para siempre las tentaciones independentistas eligiendo, como recomienda Sun Tzu en El arte de la guerra, el terreno donde se va a librar la batalla. Y el terreno es aquí y ahora. En medio de esta crisis devastadora. Y eso quiere decir que una victoria aplastante de CiU con mayoría absoluta es más peligrosa que una fusión entre los nacionalistas de centro derecha con sus primos extremistas de la izquierda. La sutileza del argumento se me escapa, porque coloca a todos en un viaje sin retorno.

El problema de hacer pan es que te salgan unas tortas. Y que el nacionalismo catalán de la burguesía, hasta ayer mismo moderado, encuentre en las acusaciones contra sus líderes una nueva bandera que refuerce sus apoyos electorales. No es lo que dicen hoy las encuestas, pero las encuestas las carga el diablo. En todo caso, lo peor de todo esto es que, con independencia de quién termine ganando este sainete, la percepción general de la gente es de una extrema suciedad.

El descrédito de los partidos políticos, que son la base necesaria de nuestro sistema democrático, sigue horadando los cimientos de una sociedad hastiada y mustia que, encima, identifica los males de esta crisis económica con la torpeza e imprevisión de los que han dirigido el país por riguroso turno de incompetencia. La escaramuza de Cataluña es parte de una gran guerra en la que todos estamos haciendo un viaje al fin de la noche de la credibilidad.

Con cada elección la democracia se muere un poco más, en vez de reforzarse. La predisposición de la dirigencia española y sus poderes satélites por los atajos nos está llevando por un tenebroso camino donde uno ya no sabe distinguir la verdad de la infamia, la acusación de la agresión, la necesidad de la oportunidad. Todo parece lo mismo, con perdón: una pura mierda.