la claqueta>

Qué corto es el cine> Por Fran Domínguez

Tres días de cine en chiquitito. Qué gozada para los aficionados. La Orotava ha vivido por séptimo año consecutivo -a pesar de los recios vientos de la crisis, que vienen con tijeras incluidas, cuando no con verdaderas hachas- su encuentro con el mundo de los cortometrajes, una iniciativa que cada año resiste embates de todo tipo y que ahí sigue, en pie y con paso firme, como ha ocurrido también con el Festival MiradasDoc, en Guía de Isora (aquí, con un serio amago de suspensión en forma de espada de Damocles). Dos ejemplos, cada uno a su nivel y en su ámbito, pero que representan bien a las claras que las experiencias culturales con proyección y hechas con cariño pueden mantenerse en el tiempo; eso sí, inoculando grandes dosis de imaginación y mucha voluntad ante la evidente falta de recursos. Que existan proyectos de este tipo resulta una verdadera bendición, especialmente si se gestan fuera del área metropolitana, por el doble esfuerzo que ello supone. La Villa, que siempre ha sido muy cinéfila (puedo dar fe), ya está unida indefectiblemente a este festival, que cita a un numeroso público ávido de cine en estado puro -en definitiva, todo empezó con los cortos de los hermanos Lumière-. La gente de Cinenfoque, con Enrique Rodríguez a la cabeza, mima con esmero esta muestra, con una inteligente y cuidada selección de filmes, y siempre se lo pone muy difícil al jurado (algo de lo que también doy fe). La gran fiesta tinerfeña de los cortos acabó este año. Espero que continúe muchos más…