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La Reserva madura – David Sanz

La Palma cumple diez años desde que fue declarada en su conjunto Reserva Mundial de la Biosfera. Ya la Unesco había reconocido al bosque de Los Tilos con esta distinción en 1983. Un sello que más que un reconocimiento es un compromiso con un modelo de desarrollo territorial que apuesta por caminar sobre esa senda de tan difícil equilibrio como es la sostenibilidad. Conservación y desarrollo parecen llamados a no entenderse, pero es en esa tensión donde de verdad se la juegan territorios tan frágiles como La Palma.

Mirando los últimos diez año, creo que el potencial de crecimiento ha sido castigado. Desde sectores ecologistas radicalizados, han enarbolado la bandera de la Reserva para oponerse a cualquier actuación en turismo o infraestructuras públicas, levantando el fantasma del piche y el cemento como si estuviéramos hablando de otros escenarios como los sures canarios, maltratados, esos sí, por una construcción desmedida.

A esto hay que sumarle una Administración que ha adolecido de un modelo de crecimiento realista y que, tratando de contentar a todos, ha dejado a todos insatisfechos. No ha sido capaz de dar paso a la entrada de capital privado que permita la necesaria diversificación de la economía palmera, que será, pese a quien le pese, la única que a medio plazo haga sostenible este modelo.

En este camino hacia la sostenibilidad, ha sido una gran noticia la puesta en marcha del Complejo Ambiental para el tratamiento de residuos. Un grave problema medioambiental que arrastraba la Isla y que ha encontrado, por fin, una salida digna. Barranco Seco era un icono mucho más sangrante que todos los campos de golf, que tanto asustan a los movimientos ecologistas.

En cuanto a los retos medioambientales, creo que la gestión de las aguas residuales debe ser una de las grandes prioridades para seguir armando la casa desde los cimientos. Al igual que la necesidad de caminar hacia un modelo productivo en la agricultura que sea mayoritariamente ecológico, que es lo que garantizará, especialmente al plátano, un futuro competitivo en un mercado cada vez más abierto.

Una Reserva ya madura como la que tenemos debería servir como un instrumento autónomo, capaz de fiscalizar la gestión pública. Pero su posición ahora es difícil. La crisis se ha llevado por delante la mayoría de sus recursos.