TRIBUNA>

El rey, portavoz de sí mismo> Por Charo Zarzalejos

Queridos míos. Así comenzó el rey su discurso en la cena de bienvenida a los mandatarios y delegaciones sudamericanas que se han dado cita en Cádiz con ocasión de la XXII Cumbre Iberoamericana. De no querer ayuda alguna, vimos al rey apoyado en dos muletas que no disimulaban su extraordinaria dificultad para caminar. Y el rey, bien consciente de que esa imagen, hasta ahora inédita, iba a levantar comentarios y rumores, optó por convertirse en portavoz de sí mismo anunciando que en esta semana que mañana comienza tiene que volver a pasar por “el taller”; es decir, por el quirófano para poner orden en su cadera izquierda.

Desde que se sometió a la última operación, hace apenas unos meses, el rey ha tenido una muy intensa agenda en la que se han incluidos largos viajes internacionales, ha tenido audiencias, ha presidido actos y todo ello sin un gesto de dolor aunque los tenga, que los tiene, consciente no solo de su papel, sino con la determinación de no dejar lugar a duda alguna que aquel famoso “lo siento. No volverá a ocurrir” no era una frase hecha, ni un posado de compromiso. Desde entonces es como si el rey quisiera expiar a toda velocidad el error de Botswana. Es obvio que aquel hecho supuso un antes y un después y en este “después” se ha modificado sustancialmente la política informativa de la Casa, los desafectos no se ocultan y el heredero es cada día más heredero de la misma manera que el rey es cada día más rey. Quiere aprovechar el tiempo, borrar huellas y forjar memoria. Sea cual sea el afecto o desafecto de la opinión pública hacia el jefe del Estado, lo cierto es que el continúa siendo esa punta del abanico que permite aunar todas las tablillas del mismo, nuestro mejor embajador y hacedor incuestionable del régimen de libertades que, afortunadamente, disfrutamos todos los españoles.

Fue un acierto que el rey hiciera de portavoz de sí mismo. Una sorpresiva nota oficial no hubiera evitado los rumores y las cábalas en un país sometido al test stress permanente de la incertidumbre. Así, con este “queridos míos”, el rey ha evitado que el teléfono de Javier Ayuso eche chispas, que los bulos se disparen y ha dado aire de naturalidad a algo tan natural como es el paso del tiempo y los achaques que ello conlleva. Por el rey también pasa el tiempo.