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Salida de pata de banco> Por Jorge Bethencourt

Este país funciona en caliente. A golpe de emociones y de telediarios. Las certezas no resisten las sacudidas de una vertiginosa actualidad que las aspas de los medios de comunicación de masas convierten en energías coléricas, siempre renovables y siempre renovadas.

Los feroces y episódicos ataques de perros peligrosos acabaron en nuevas normas. Algunos casos sonados han provocado la reforma del Código Penal. Los devaneos de la izquierda abertzale con ETA acabaron en una ley ad hoc que les exigía jurar sobre los calzoncillos de Sabino Arana estar en contra de la violencia. Y el último caso de un desahucio que acabó en tragedia ha terminado uniendo al Gobierno y la oposición, que habrán de cogérsela con papel de fumar, porque la demagogia, en tanto que hablamos de más de medio billón de euros en créditos hipotecarios, puede ser muy peligrosa.

Los responsables de la banca española también tienen su corazoncito. Aunque resulta difícil pensar que su reputación pueda ser peor de la que ya tienen en el imaginario social (porque para ser millonario sin culpa en este país hay que meter goles) acaban de decidir que hasta el 2014 no expulsarán de sus casas a las personas más necesitadas, jubilados y enfermos graves.

Confieso que no salgo de mi asombro. No encuentro la llave. Hay que tener muy deteriorada la masa encefálica para tomar ahora esa medida. Primero, porque llega tarde; cuando el Gobierno, el PSOE y el PP están planteándose cambiar la legislación. Segundo, porque si la banca considera hoy que echar de sus casas a los pobres, a los enfermos graves y a los jubilados es una clamorosa injusticia, no dejará de serlo después del 2014. El problema no es solo de los casos extremos. Las hipotecas hay que pagarlas (salvo que queramos evaporar los depósitos bancarios de todos los españoles), pero se pueden ofrecer condiciones más favorables de pago en momentos de extrema dificultad como estos. Y no se hace. Los bancos valoraron viviendas a precios de burbuja y concedieron hipotecas irreales. Y ahora, en la cuesta abajo, no aceptan el valor de un bien que ellos mismos tasaron. Eso es jugar con las cartas marcadas. No aceptan renegociar cuotas y plazos para permitir extender en el tiempo el pago de los créditos. Y la conclusión es que este país se vende a saldo a fondos buitres y bancos malos. El gran agujero del sector financiero es de las bancas públicas, llamadas cajas (en paz descansen). Pero los grandes bancos se han beneficiado del escenario y han ganado una pasta con la compra de deuda soberana, actuando de palanganeros del BCE.

Muy generosos, los señores banqueros. Gracias por nada.

@JLBethencourt