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Valores seguros> Por Antonio Alarcó

La economía se ha convertido en tema imprescindible dentro de cualquier telediario, periódico o programa de tertulia. Convivimos con conceptos como prima de riesgo, tipo de interés o déficit, por citar algunos ejemplos. Esto ocurre porque la economía no es algo que pueda estar desconectado de la sociedad. Es más, nos atrevemos a afirmar que es algo más que números y curvas, es un sentimiento.

De hecho, toda economía que no tenga relación con el sentido común no es economía, y para hablar de economía requerimos valores seguros y sentido común.

Varios expertos han coincidido en este concepto y muchas teorías económicas empiezan a acercarse al comportamiento de las personas y sus sentimientos. Cuando hay confianza, la gente invierte, consume y el dinero pasa de unas manos a otras, signo inequívoco de una economía sana. Los indicadores económicos también reflejan un clima de desconfianza, miedo y pesimismo.

Hemos de citar un término que cobra especial relevancia en estos momentos: los valores seguros, que coloquialmente designan a aquellos en los que hay que invertir ahora, porque son duraderos y ofrecen un margen de beneficio al alza.

Extrapolando lo económico a lo social y las políticas fiscales a las sociales, los valores seguros se verían reflejados en conceptos como España, nación, esfuerzo, educación o lealtad, por citar algunos ejemplos. Son imprescindibles y no tienen ideología.

Pero, sin duda, hay uno que sobresale con fuerza: la familia, que no está en el Ibex, pero es un valor en alza y seguro. Invertir en ella es rentable. La familia es el núcleo básico social y cobra mayor importancia en épocas como las actuales. Gracias a la ayuda desinteresada que solo puede darse en este círculo, muchos afectados por el desempleo y la exclusión social están sobrellevando su situación, tanto en el plano afectivo como en el económico. De hecho, somos de los convencidos de que si no existiera habría que inventarla.

Al igual que la familia, tampoco está en el Ibex la llamada “esencia del deporte”, concepto que implica valores como equipo, esfuerzo, sacrificio, superación ante las adversidades, humildad ante las victorias…

Analicemos brevemente el caso de Alberto Contador. Este joven ciclista madrileño es un ejemplo de superación, porque afrontó un cavernoma cerebral, por el que tuvo que someterse a una complicada y arriesgada operación y a duros entrenamientos para recuperar su forma física; pero también de resurrección, porque después de un nada claro caso de dopaje, vuelve a la competición por la puerta grande como ganador de la Vuelta a España.
Según sus propias palabras: “El esfuerzo, el sacrificio y las ganas de volver a ganar me han permitido subir a lo más alto”. También el Premio Príncipe de Asturias de los Deportes que este año recayó en Íker Casillas y Xavi Hernández, en reconocimiento tanto a su mérito deportivo como a la imagen de compañerismo y amistad que proyectan. Es loable que se premie a estos dos deportistas, ejemplo para la juventud, no solo por los logros conseguidos sino por dar imagen de unidad.

Como bien escribía el periodista y abogado Fernando de Páramo en un artículo publicado en La Voz Libre: “Su relación es el ejemplo de la pluralidad de nuestro país, la imagen de la tolerancia y de que la riqueza de España está en sus componentes”.
Ojalá esa capacidad que tiene el deporte para unir nos durara siempre y recordáramos cómo vivimos intensamente cuando algún equipo o deportista español participa en alguna competición y mostramos lealtad a nuestro país.

Estas actitudes deberían traspasar el terreno deportivo y llegar a la sociedad civil: Juntos valemos más que separados, y si todos remamos en una misma dirección será más fácil salir de la crisis. Es bueno que nos reseteemos e intentemos ver esta situación como un caladero de oportunidades.

Si consiguiéramos que esa unidad traspasara el terreno deportivo podríamos ver con más claridad que nuestra capacidad de trabajo, nuestra lucha ante las adversidades, y la grandeza de nuestro país hacen de España un valor seguro.

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