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Vejez> Perplejita Me Hallo

De la vejez se temen muchas cosas: el deterioro físico, la pérdida de la autonomía personal, las horas interminables repasando lo que se hizo y lo que no, el desvanecimiento de los recuerdos, la cercanía del fin de la vida…

Pero al menos antes quedaba la opción de pensar “bueno, estos años que me quedan por delante desde que me jubile los dedicaré a descansar y disfrutar”. Ya ni eso.

Para empezar, porque muchos de los que hoy no somos ancianos pero con suerte y tiempo lo seremos en el futuro tendremos un lapso más breve de disfrute entre la fecha de nuestra jubilación y la fecha de nuestra muerte.

Y ni siquiera tenemos garantía de que vayamos a recibir algo por nuestros muchos años cotizando. Lo mismo en 2050 hablamos de pensiones como quien habla de unicornios.

Pero para muchos ancianos de hoy en día la vida transcurre con una angustia que no deja sitio para la tranquilidad que se han ganado durante toda una vida. Abuelos cuya pensión alimenta a toda una familia, a los hijos y nietos con los que conviven, abuelos que avalaron hipotecas y ahora les cae encima una orden de desahucio, abuelos que siguen cuidando de hijos discapacitados aunque ellos necesiten igualmente los mismos cuidados, abuelos a los que apenas les alcanza para comer y que no piden ayuda porque les enseñaron que en su hambre mandan solo ellos…

La incertidumbre es consustancial a la vida, y que me perdone Perogrullo por citarle.
Así que a todos los miedos citados al inicio ahora se suma un desasosiego sordo y tenaz, un vivir hoy porque sabe Dios lo que habrá mañana, pánico a vernos dentro de treinta años aún peor que muchos ancianos que viven hoy.