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Vibraciones – Por Domingo Negrín Moreno

Conozco a mujeres que son la bomba, aunque solo sea de oídas, como una empleada de correos de Chemmitz (Alemania) que apartó un misterioso bulto que vibraba y hacía ruidos raros. Localizado por la policía, el remitente explotó de vergüenza en la estafeta al retirar las pilas de la muñeca hinchable que había devuelto porque “se encendía sola en momentos inoportunos”.

Un vibrador abandonado en el baño de un bar fue suficiente para desalojar edificios y detener el tráfico en Toronto (Canadá). La señora de la limpieza que encontró el artilugio envuelto en cinta negra no leyó el distintivo del juguete erótico en el control remoto del aparato. Otro artefacto sexual movilizó a un equipo de artificieros sueco, que desactivó un paquete en el garaje de un inmueble de apartamentos de Goteborg. Las sospechas recayeron sobre una empleada de una farmacia cercana al lugar del hallazgo.

Hay dispositivos más discretos. Un implante de diminutos electrodos diseñado por el científico Stuart Meloy activa los nervios de la espina dorsal y se conecta a un generador de señales colocado en una nalga, accionado por el botón de un mando a distancia. Este cirujano descubrió el mecanismo mientras operaba a una paciente, que gritaba como una posesa. “Va a tener que enseñarle a mi marido cómo se hace esto”, jadeó. Tan sencillo como apretar un interruptor.

Eso no es todo. Un simulador eléctrico enardece dos puntos del tobillo que comunican con la región pélvica. El Slightest Touch surgió cuando uno de sus cuatro creadores probaba un masajeador en los pies de su novia, que sintió un cosquilleo de locura en el bajo vientre.

El cibersexo alcanza el clímax con el Matrix Vibe, un artilugio enchufado al puerto USB del ordenador.

Y a mí no me dejan hacer unas mechas porque dicen que soy peligroso. ¡Bah!