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Vuelve el siglo XX – Lourdes Bonnet

El pasado viernes asistimos al segundo concierto de abono de la OST de esta temporada, también a cargo, como el concierto inaugural, del nuevo titular Michal Nesterowicz. En esta ocasión el programa ofrecido contó con tres obras de tan diversa factura como interesantes, y todas ellas del tan temido por el público siglo XX, pero como pasa en tantas ocasiones, no fue tan fiero el león…

La velada se inició con los Cuatro interludios marinos de la ópera Peter Grimes de B. Britten. Pese a contar con una amplia plantilla instrumental, los interludios no poseen mayoritariamente un tratamiento de plena sonoridad, hecho que supo aprovechar Nesterowicz para realzar su precisa lectura de la partitura con todo tipo de detalles de articulación, matices, planos sonoros. Ello fue posible gracias a la alta calidad de los distintos solos a cargo de prácticamente toda la sección de vientos, que realizaron esa minuciosa versión buscada por el director. Los tutti se presentaron redondos, plenos de sonoridad, aunque ágiles y sinuosos cuando era necesario. La primera parte del concierto se completó con el enigmático e interesante Concierto Nr. 2 para chelo de Shostakovich. La parte solista fue encomendada a Mario Brunello, espléndido instrumentista, como demostró ampliamente el viernes. La obra a interpretar no solo es compleja por los requerimientos técnicos, sino que cuenta con el añadido de una escucha difícil para el público. Sin embargo, Brunello supo trasmitir esas emociones cambiantes de Shostakovich que van desde la nostalgia e intimismo del primer movimiento, hasta la ironía o el canto popular, tan característicos del compositor, plasmada excepcionalmente en el último movimiento.

La gran técnica de Brunello, junto a su gran expresividad hicieron posible que la obra, una de las incursiones de Shostakovich en las vanguardias, calara en el público, gracias a la franca pero comprometida lectura de Brunello, a quien Nesterowicz acompañó en todo momento, mostrando el profundo trabajo realizado por todo el conjunto.

El concierto terminaría con la Sinfonía Nr. 4 de J. Sibelius, que pese a ser obra del pasado siglo, bebe de fuentes tardorrománticas.

El punto álgido de la interpretación volvió a recaer en un cierto preciosismo, que lejos de ser amanerado, logró una amplia variedad de matices que no hacen sino enriquecer la lectura tradicional de corte más monolítico y pesante. Fue en la sinfonía donde se hizo más patente el cambio de colocación de la OST con una mejor proyección de los chelos en detrimento de las violas, cambio al que también tendremos que acostumbrarnos desde la sala.

Fue sin duda un gran concierto reconocido por los asistentes, que recibieron su recompensa tanto con Brunello como con la OST con sendos bises.