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Wladimiro, sueños de campesino – Por Miguel González

Después de seis años y medio sin aparecer en los medios de comunicación, he decidido romper mi silencio. Lo hago por un buen motivo, o al menos eso creo. Dicen que los periodistas no son objetivos -y es verdad-, pero creo que sí se puede ser justo. Y es de justicia reconocer a una persona como Wladimiro Rodríguez Brito, a la que conocí cuando tuve la suerte de llegar al gabinete de prensa del Cabildo de Tenerife.

Mi conocimiento anterior sobre él era la de un señor con barba que se presentaba cada cuatro años a las elecciones por los comunistas. Eso, y que era el consejero de Medio Ambiente de Cabildo. Nada sabía de su trabajo, de su trayectoria profesional ni de su complicada vida, que dio comienzo hace más de seis décadas en Barlovento.

Algunos pasajes de su azarosa existencia, que muchos desconocen, habrían hecho arrojar la toalla a más de uno, pero sí hay algo que caracteriza a Wladimiro es su carácter luchador y rebelde. Eso, y la devoción por la familia -su esposa Ángela y sus hijos Iván y María-, de la que se siente enormemente orgulloso.

Si he aprendido algo de Wladimiro es que no puedes contentar a todo el mundo y que a las personas se les quiere más por sus acciones que por sus palabras. Más allá de frases y expresiones que Wladi -me permito llamarlo así cariñosamente- me ha enseñado, el campesino nos ha dejado un trabajo en Tenerife que está a la vista y que ni sus detractores -que alguno habrá-, pueden negar. Nunca hemos tenido tanta masa forestal como ahora y municipios como Buenavista del Norte o Fasnia tienen hoy montes públicos -antes estaban en manos privadas- gracias a Wladi. Por no hablar del enorme trabajo que ha hecho en cuanto a la gestión de los residuos y su permanente preocupación por mejorar todo lo relacionado con las papas, el agua o los plátanos.

En el acto celebrado el pasado 23 de noviembre en que lo nombraron Hijo Adoptivo de la Isla de Tenerife, Wladimiro dijo que él nunca soñó “con llegar tan lejos” y que le reconocieran el trabajo “en la Isla picuda”.

Yo tampoco soñé nunca con tener la suerte de conocer y trabajar con una persona como él. Gracias Wladi por todo lo que me has enseñado y espero seguir aprendiendo de ti.