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Amar el belén> Por Jorge Bethencourt

Todo empezó cuando comenzamos a montar el tradicional belén en casa. La familia acometió la tarea como todos los años, con la búsqueda de las cajas donde se guarda el atrezzo navideño. Y entonces, el más pequeño de la familia sacó el primer polémico. Este año no podíamos poner la vaca y el asno flanqueando a san José y a la Virgen ya que el Vaticano ha establecido que los dos animales no estaban realmente en el nacimiento. El mayor, que siempre ha sido un nostálgico, aseguró que a él personalmente se la traía al pairo lo que dijese el papa y que la vaca y el burro iban a estar donde siempre, porque la tradición es la tradición.

El debate siguió entonces por derroteros insospechados. La abuela, indignada, aseguró que lo más normal en un establo es que estén los animales y que lo realmente extraño es colgar una estrella luminosa encima del nacimiento, como si fuera un bar de carreteras y que ya podría el papa ocuparse de cosas realmente importantes. El más pequeño de mis hijos saltó en defensa de los animales diciendo que lo más seguro para ellos era colocarlos fuera del establo ya que si iban a visitarlo no uno sino tres reyes sus vidas correrían un serio peligro, ya que todo el mundo sabe la afición de los reyes a pegarle tiros a los cuadrúpedos.

En medio de la discusión, que iba subiendo de tono, se me ocurrió distraerlos hablando del resto del belén, para acabar con las discrepancias sobre el establo. La lié. Media familia se opuso a representar el río con los tradicionales espejos, indicando que en la zona de Belén no existía ningún río y que se trataba de una falsedad histórica impresentable. La otra media se indignó planteando que mucho más difícil es que estuviera san José en el nacimiento de un hijo que no era suyo y que no se trataba de un tema histórico sino sentimental, porque puestos a señalar incoherencias la más gorda es que Herodes no fuera capaz de localizar el lugar del nacimiento si estaba iluminado con una estrella y todo dios, desde los reyes a los pastores, supieran perfectamente dónde estaba. El abuelo se incorporó a la conversación indicando que habría que colocar unas figuritas de una patrulla de la guardia civil, porque dar a luz en un establo probablemente fuese un acto delictivo y los tres reyes magos y sus pajes habrían sido detenidos por tráfico de sustancias prohibidas e inmigración ilegal. Y así, entre gritos y descalificaciones, el belén quedó reducido al niño Jesús colocado en un solitario pesebre rodeado de algunas briznas de paja.

Me quedé mirando mientras el resto de las figuras volvía a sus cajas. Entonces me animé y valientemente coloqué a poca distancia del portal la figurilla de un pastor, con los pantalones bajados, vaciando sus intestinos. “Hace falta un político cerca”, indiqué. Nadie puso objeciones.

@JLBethencourt