Proyecta tu mente al 31 de diciembre de 2013 e imagina qué te gustaría haber conseguido entonces en los ámbitos más importantes de tu vida: afectivo, familiar, físico, económico… Recuerda que todo objetivo ha de ser medible, alcanzable, estar temporalizado, ser lo más específico posible y cuya consecución dependa de ti. Para hacer bien este ejercicio es preciso que pienses en qué verás, oirás y sentirás cuando alcances esas metas, porque de lo contrario no sabrás cuándo las habrás hecho realidad o si has de poner en marcha alguna acción que corrija tu rumbo en caso de desviarte. A eso que veas en tu mente se denomina Estado Deseado. Prioriza lo que para ti es más importante, lo imprescindible, y modula a la baja la importancia de aquello que es secundario en tu vida y que, no obstante, podría restarte un tiempo precioso que podrías invertir en aquello que si no consigues puede convertirse en una carencia en tu vida. Ahora, para cada uno de esos objetivos, establece un plan de acción con la convicción de que dispones de todos los recursos necesarios para conseguirlo, o bien de la capacidad de pedirlos a otras personas. ¿Qué has de hacer o dejar de hacer para dar el primer paso del camino que el Año Nuevo abre ante ti? Ten presente que un elefante se come a razón de un bocado cada vez.
Un sueño jamás se hará realidad, a no ser que lo denomines “proyecto”. A un proyecto se le puede dedicar tiempo y esfuerzo, se temporaliza y se puede traducir en un plan de acción. Por eso te invito a que veas 2013 como el proyecto más importante que tienes entre manos con la seguridad de que vale la pena pensar en el futuro puesto que es allí donde vas a pasar el resto de tu vida.