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Año vertiginoso – Por Jorge Bethencourt

Dado que, una vez más, el mundo no se acabó tal y como se había venido anunciando, es un hecho que seguimos aquí. En este valle de lágrimas y de impuestos. Y cuando nos acercamos al final del año, toca echar la vista atrás, hacia el vertiginoso recuerdo de 12 meses sin piedad. Porque lo que hemos dejado a las espaldas no sólo incluye a casi seis millones de ciudadanos arrojados a la cuneta de la carretera del trabajo, sino la epopeya de un ejército de incompetentes que han demostrado, en el fondo, la fortaleza de esta sociedad capaz de resistir tanta chapuza sin resquebrajarse.

Es el vértigo de un año de cosas precipitadas y amargas. El año de la subida del IRPF, del IGIC, de tributos varios como los de la energía, la bolsa, el de sociedades o las tasas a transacciones bancarias que pagaremos todos. El año que absolvieron a Camps del que dejamos de hablar (ya está amortizado) y explotaron o siguieron escándalos en torno a Urdangarín, Díaz Ferrán, Munar, Blanco, Ignacio González y tantos otros. El año en que el nieto del rey se disparó en el pie y el propio rey en la corona, aunque pidió perdón y escapó por los pelos. El de la caída de la estrella del juez estrella, un Garzón desarbolado. El año en que también cayó Spanair y cerró Islas Airways y en el que Ryanair de repente tenía un montón de incidentes en sus aviones e igual de rápido dejó de tenerlos (qué misterio, ¿verdad?). El año de la reforma laboral que iba a crear empleo (ponga aquí unas risas). El de las dos huelgas generales para defender los empleos públicos intocables y los privilegios de un sistema diferente de trabajadores. El de las elecciones en Andalucía, Galicia, Asturias y Cataluña, donde volvimos a ver lo mejor y más florido de los partidos en su salsa de insultos y naderías. El año en que pagamos por las medicinas y descubrimos a doscientos mil jetas que se hacían pasar por jubilados. El año que la gente cabreada intentó cercar el Congreso donde un león tiene testículos y el otro carece de ellos. El de la prima de riesgo, los rescates y las agencias de calificación. El de la ruina y los desahucios. Y la Eurocopa, sí, y qué.

Pero el gran ha asunto del año que termina es la desafección de Cataluña. Con la torpe guerra sucia de las alcantarillas del Estado contra CiU. Con un pacto nacionalista que reabre y pone fecha a una confrontación que llevamos siglos orillando. La España que no ha sido capaz de cambiar su administración pública, debe empezar a reflexionar sobre la reforma de su Constitución para dar salida a las presiones políticas. Demasiado sombrero para una cabeza tan pequeña. Igual mejora la economía. No lo sé. Pero lo nuestro no tiene remedio, por mucho que el rey pida grandeza como el que pide agua en el desierto.

@JLBethencourt