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Celebra el voluntariado – Víctor Corcoba Herrero

Tengo una debilidad, como dice la canción. A servidor le gusta la palabra celebrar por su disfrute del tiempo y de las personas que lo habitan, por su cultivo de alabanza hacia algo o hacia alguien, por su liturgia de signos y símbolos, de acciones y reacciones, por sus homilías y aclamaciones, por sus letanías y confesiones de conciencia, por su espíritu de divertimento interior, en definitiva.

Conmemorar, festejar una fecha, un acontecimiento, es como celebrar la vida y el sueño de vivir, la esencialidad de las cosas, porque exige armonizar la voz con el corazón. Comprenderá, pues, el lector mi gozo porque se celebren hechos que nos activen el pensamiento y el alma hacía sí y hacia los demás. Precisamente, el título de esta columna periodística es un injerto del tema de la celebración del Día Internacional de los Voluntarios de 2012 (5 de diciembre), en el que se nos invita a ovacionar la incondicional entrega de estas personas, dispuestas a donar hasta su propia vida si fuese necesario, para llevar un pedazo de esperanza a los que a diario mueren en el desconsuelo. Ellos, el voluntariado, que debiéramos ser todos, van al encuentro de cuantos se hallan en la indigencia. Se rigen por lo que les dicta el corazón: ayudar a sus semejantes. ¿Cómo no celebrar estas hazañas en un mundo de tantos intereses y egoísmos?

Evidentemente, estas gentes de alma nos dan a diario lecciones; la principal es su generosidad hacia su desvelo, que no es otro que la humanización del mundo. Todos tenemos que celebrar estos modos y maneras de vivir, en su hondura de solidaridad y servicio, siempre dispuestos a dar el corazón si se les requiere. No se trata de satisfacer únicamente las necesidades materiales, las carencias físicas; a veces una sonrisa y un abrazo vale más que un trozo de pan. Hay mucha hambre de consuelo afectivo. El auténtico voluntariado va más allá de la donación, de las meras migajas entregadas en un acto social.