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El charco se seca – Jorge Bethencourt

Lo que pasa es que cada vez hay menos agua en el charco. Y los peces, apretujados, se muerden unos a otros para intentar sobrevivir en un medio hostil con menos oxígeno disponible. No hay que buscar más explicaciones sofisticadas al clima general de desorden y crispación que estamos viviendo. El Gobierno central ha ejercido de gallego con los presupuestos en la mano. En vez de entrar al trapo de un enfrentamiento político con las autonomías, eligió la trayectoria parabólica de un golpe de estado financiero estrangulando el disparate de unos presupuestos públicos acostumbrados a la abundancia. Y las que no lo vieron venir, las que no ejecutaron un plan de reestructuración salvaje para adaptarse al nuevo nicho de recortes, han seguido moviéndose en la inercia de la bancarrota. Canarias ha recortado unos tres mil millones de sus cuentas públicas. Pero en gran medida esos recortes han recaído sobre las inversiones y gastos productivos; el aire que le llegaba a una sociedad empobrecida que, además, ha sido sometida a mayores esfuerzos fiscales. Salvar las haciendas públicas a costa de depauperar las economías familiares y de las empresas es un suicidio por el que nos hemos deslizado sin contestación.

El vendaval de la agonía financiera ha derribado ya las últimas fronteras. Los alcaldes piden hospitales. Los estudiantes becas. Los empleados públicos trabajo. Las familias asistencia social. Por todos lados surgen voces que claman por más inversiones. Pero quien alimenta los presupuestos con ingresos fiscales es una economía que en Canarias hace ya años que presenta un cuadro de muerte clínica. Llevamos años con síntomas de una enfermedad degenerativa a la que nadie ha hecho puñetero caso. El colapso de los sectores productivos, el aumento del déficit de la balanza comercial, el incremento del número de parados, la burocracia que ahoga cualquier proyecto de inversión… Todos los indicadores estaban ahí como luces de alarma. Dirigir la impotencia hacia una Hacienda central que no considera las dificultades de un Archipiélago es tan legítimo como inútil. Canarias es el último de los problemas de un Gobierno asediado por enemigos mucho mayores. No tenemos ni la fuerza política ni la relevancia social como para forzar un cambio de las políticas de solidaridad del resto del Estado. Siendo que parece que estamos solos en el naufragio, hace ya tiempo que deberíamos haber enfrentado la evidencia de sobrevivir con nuestros propios medios y recursos. Pero es un hecho que llegados a los últimos peldaños de la escalera que nos lleva al fondo de la bancarrota social y económica, lo que surge por todos lados es confrontación y tensiones. Lo peor de nosotros y aquello para los que estamos mejor preparados en esta mediocridad contemporánea.

@JLBethencourt