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Cocodrilo católico – Por Carmelo J. Pérez Hernández

Hoy es el día de la Sagrada Familia. Vaya por delante mi reconocimiento a tantísimas familias canarias que en estos tiempos recios sostienen a sus miembros más débiles. Hablando a las claras, el apoyo familiar, en muchas ocasiones a costa del bolsillo de los jubilados, es la única razón por la que en Canarias no se ha registrado una verdadera revuelta social de consecuencias imprevisibles.

Por eso, cada vez que leo una trifulca entre políticos preocupados por guardar su sillón o sus prebendas, sean del signo que sean, me confirmo en mi teoría de que habría que pedirles responsabilidades penales por el derroche y la mala administración, allí donde la haya habido. No sólo por los delitos flagrantes, ¡faltaría menos!, sino también por la administración irresponsable, por el dinero empleado de forma no razonable a mayor gloria de sus legislaturas. Eso, allí donde sea que haya ocurrido.

Aunque la justicia sea condición indispensable para la paz, no iba yo a dedicarme hoy a estos temas. Y es que estamos también en vísperas de la Nochevieja. Significa eso que las calderas interiores trabajan ya a todo gas a la búsqueda de los propósitos para el año que pronto estrenaremos. Se trata de encontrar compromisos que nos envuelvan en la nebulosa ilusión de que en 365 días la vida será distinta.

Menos tabaco, ejercicio, visitas familiares, gimnasio, dieta, estudios… ¡De este año no pasa que me ponga a mejorar el inglés! ¿Te suena? Que es que no somos nada sin el inglés, y menos ahora, con la crisis. Lo dicho, a una academia el lunes. El lunes sí pero, ¿de qué mes?

Nos pasa lo mismo en el terreno religioso: más oración, más dinero a los pobres, ir al grupo semanalmente, pasarme por Cáritas, dar catequesis… ¡Hacer algo, que así no puedo seguir! Lágrimas de cocodrilo que pretenden marcarnos el camino hacia donde debemos llegar aunque no tengamos muy claro ni dónde estamos ni lo que debemos ser.

“¿Por qué me buscas?”. Es la pregunta que Jesús hace hoy en el evangelio a sus padres, que vuelven desesperados a Jerusalén tras advertir que el niño no está en la caravana que les devuelve a casa tras las fiestas. Ésa es la pregunta antes de imponernos cualquier compromiso: ¿por qué?

Si nuestra respuesta no es anterior a nuestros propósitos corremos el riesgo de cargarnos con pesados fardos, muy nobles todos ellos, que nos conducen a ninguna parte. No se trata de llenar la vida de actos religiosos, ni siquiera de buenos actos. Nuestro encargo es buscar a Dios con sinceridad de corazón, vivir al calor de su presencia y colaborar para que este mundo se parezca más a lo que Él espera.

“Crecer en sabiduría y en gracia de Dios”, es el objetivo. Y a partir de ahí hay que poner los medios: muletas sencillas pero efectivas; apoyos duraderos y eficaces, aunque sean humildes. Y ser constantes, contra viento y marea. Y ser flexibles, cuando cambien los vientos. Y aprender a vivir esperando y comprometiéndose.
Lo demás, lágrimas de cocodrilo. Cocodrilo católico, pero cocodrilo.

@karmelojph