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Cooperar antes que fundir> Por David Sanz

Los alcaldes de Las Breñas lo tienen claro: la unidad de Breña Alta y Breña Baja no es una demanda social. Ni siquiera sería una operación rentable en términos económicos, si lo que buscan es optimizar los recursos. Por no hablar de cuestiones intangibles, como las identidades, culturas, tradiciones, etcétera, que definen la personalidad de los pueblos, si es que algo así existe. Mancomunar servicios y aliar las estrategias sí que es una urgencia que viene marcada por la crisis económica para poder conservar, en la medida de lo posible, la calidad de vida de los vecinos. Una asignatura todavía pendiente no solo en estos municipios, sino en el conjunto de La Palma. Aunque se han dado pasos, en Las Breñas sin ir más lejos, son todavía insuficientes y requieren seguir profundizando. La autonomía municipal es necesaria conservarla e, incluso, reforzarla en algunos aspectos como los servicios sociales, para la atención directa a los más necesitados; pero a la vez hay que potenciar la solidaridad entre las localidades.

Geográficamente, La Palma está bien delimitada por comarcas, que son el camino para iniciar este proceso de buena vecindad. Municipios como Garafía, que suele salir a la picota cada vez que se piensa en reducir ayuntamientos, requiere de una Administración local que sirva de referente para una comunidad tan diseminada como ese pueblo tan distinto y tan distante del norte. Pero esto pasa por crear cada vez más redes de cooperación con los más cercanos, Barlovento y Puntagorda. Crecer en eficiencia es uno de los retos que está planteando esta crisis a las administraciones. Pero estos ayuntamientos no pueden desaparecer. Son el rostro cercano de la Administración para los vecinos, una relación que se ve cada vez más amenazada desde distintos flancos. La excesiva burocratización de la vida pública ha supuesto también una enorme falla entre la Administración y el administrado, que todavía no se ha conseguido salvar. No parece que la supresión de municipios, al menos en una isla como La Palma, sea la fórmula para desinflar el aparato administrativo. Además creo que es bueno que para determinados asuntos los órganos de decisión tengan una distancia prudente de la sociedad; hay otros casos en los que la cercanía es necesaria. Los ayuntamientos deben seguir siendo el lado humano de la Administración.