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Cosas de reyes – Por Blanca Delia García

Ven, que te voy a enseñar dónde guarda mamá los reyes! Cogí a mi hermana de la mano y bajamos las escaleras. Entramos en aquella habitación y, detrás de unas cortinas, descubrimos una Nancy y un Lucas que mi madre aún no había empaquetado.

Solo con el tiempo, cuando las dos habíamos crecido, me confesó que ella creía en los Reyes Magos hasta ese día en que, confundida y sorprendida, tuvo que aceptar la realidad que cayó de golpe con todo su peso.

Así sucedió en mi infancia y así sucede también en mi país, donde hemos vivido 37 años de un reinado en el que ya nadie cree, pues, si antes tuvo alguna razón de ser, ahora sobra como sobran los excesos.

Ni siquiera el mensaje de Nochebuena, que antes escuchaban todas las familias, le ha devuelto la magia. Más bien al contrario, pues se ha convertido en la excusa para que las proclamas a favor de la república se extiendan como la pólvora por todas las redes sociales.

Las buenas intenciones de don Juan Carlos, expresadas en palabras acordes a la realidad, no son suficientes para contrarrestar las grandes cacerías, los desfalcos o los gastos millonarios de una casa real que ha crecido y crecido con garantías y privilegios que jamás alcanzaremos el común de los mortales.

Hablar de austeridad y reflexionar sobre la grave crisis que atraviesa España desde el calor de una suntuosa vivienda no es compatible con las miles de familias que han perdido su hogar y las miles que están en peligro de perderlo.

Los mensajes del rey han dejado de ser atractivos y no resultan creíbles para un pueblo al que cada día se le recorta más el horizonte. Da igual que los medios de comunicación tradicionales sigan recogiendo la misiva; ahora son pocos los que le prestan atención y muchos los que lo hacen solo para combatirla.

La realidad ha cambiado y, por mucha confianza que se necesite, no puede pedir confianza a quien ha dejado de ser confiable, pues hasta mi madre, que siempre defendió a los reyes, ha empezado a cuestionarse la abismal brecha.

Desde hace años esa gran mujer sufre un desgaste de rodilla al que la Seguridad Social aún no le da una respuesta.
Ella trata de ser paciente, mientras se pregunta cómo es posible tan larga espera, cuando en otros casos bastan unas horas para detectar, operar y solucionar el problema.

Mal que pese, se acabaron los tiempos de inocencia en los que mi hermana y yo esperábamos que vinieran los Reyes Magos con una ilusión que, es ley de vida, ahora nos toca a nosotras intentar devolverle a mi madre.