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En la muerte de Cubillo> Por Leopoldo Fernández

Antonio Cubillo ha sido un referente histórico del independentismo canario. A la altura del considerado padre del nacionalismo canario, Secundino Delgado. Uno y otro han sido juzgados con benevolencia ya que, aparte intenciones legítimas defendibles sin violencia en democracia, el sustento ideológico de ambos, un tanto desarbolado, está cargado de guanchismo y romanticismo -y, en sus orígenes, de cierta tendencia obrerista- que de basamento intelectual, doctrina y profundidad de análisis. Basta leer los artículos de Cubillo en El Día, incluida la Constitución de una hipotética Canarias independiente, para advertir la falta de rigor e incluso el desvarío africanista que, al margen de circunstancias geográficas, en Canarias carece de muy escaso respaldo político. Pero Cubillo fue durante años -sobre todo en los 60 y 70- un mito, un actor destacado en lucha por la independencia de Canarias, con enorme influencia en las cancillerías africanas, así como en la OUA (hoy UA), donde su capacidad de persuasión encontró respaldo cara a un eventual proceso descolonizador en las Islas; proceso ni querido ni seguido por la inmensa mayoría de los canarios. Pero, tanta fue su influencia, que el Gobierno español hubo de emplearse a fondo para evitar que el asunto llegara a la ONU. Algo tuvo que ver con esta posibilidad el atentado perpetrado, en colaboración con la CIA, contra el propio Cubillo -un verdadero “crimen de Estado”, sentenció la Audiencia Nacional-, que lo dejó en una silla de ruedas de por vida. En su exilio argelino, Cubillo fundó el MPAIAC cuando, entre movimientos revolucionarios y exaltaciones patrióticas, antiguas colonias europeas en África alcanzaban la libertad. El Gobierno revolucionario de Bumedian puso a su disposición la emisora nacional argelina y desde ella Cubillo emitía un espacio a través de La Voz de Canarias Libre, que era sintonizada con fervor en las Islas. Pero Cubillo confundió el gracejo, los chascarrillos y sus divertidas ocurrencias en el programa que presentaba con lo que entendía como aspiraciones independentistas del Archipiélago. Su aventura radiofónica duró lo que le interesó al régimen argelino, que utilizó al líder canario hasta que el presidente Benjedid firmó varios acuerdos petroleros con España. Con su regreso a las Islas, cayó el mito político, se cerró su etapa terrorista y renació el abogado que cargó injustamente con el accidente de Los Rodeos del que en todo caso fue responsable indirecto, no deseado. Utópico, iluso, luchador tenaz, amable y honrado, deseo que haya encontrado la paz y la libertad que tanto buscaba.