Como quien revive un sueño; como quien refresca el viejo caldero de la memoria… hace menos de una semana volví a sentirme periodista de trincheras; plumilla en una de esas redacciones de periódico que habité durante muchos años. Tal reencuentro vital tuvo un culpable: Fran El Fósforo.
En su Puerto de la Cruz natal hizo parada este amigo hace bien poco, reposando de su estancia en tierras catalanas de los últimos años. Frente al mar norteño embravecido, degustando unos chicharros fritos en la terraza de la cofradía de pescadores, Francisco González desmenuzó, con sus luces y sombras, con todo lujo de detalles, una magnífica época del periodismo tinerfeño. Como fotógrafo o fotoperiodista, elijan el término que prefieran, siempre ha sido un tipo inquieto; nunca se conformó con plasmar y congelar la realidad a través de su cámara.
Duro, incisivo, compañero, cuestionándolo todo, fue un testigo excepcional de todo tipo de sucesos, aventuras, testimonios y reportajes, pero también de las dichosas ruedas de prensa que tanto le aburren.
Con su peculiar carácter y esa bendita manía de decir lo que piensa a la cara de la gente, logró que más de un recién licenciado, muchos jefes y hasta los distintos directores de periódico con los que trabajó en Tenerife y Gran Canaria, aprendieran a distinguir una buena foto informativa. Y otro aspecto quizás más importante, que supieran encuadrar esa imagen, que hablaba por sí misma, en las maquetas y el diseño de una página de periódico.
Esta bocanada de aire fresco sobre el puro periodismo en rama me reconfortó. Lástima que ya no queden muchas de estas voces veteranas y curtidas en las redacciones actuales de los medios de comunicación.